Al ser informado del ataque de los filisteos a Keila, David habría podido decir: «Es asunto de Saúl proteger al país». ¡Pero, no! Pese al riesgo que corre, el que en otros tiempos liberaba a sus ovejas del león y del oso, auxilia a la ciudad en peligro. Si bien David obra así como el verdadero rey, no omite preguntar primero a Dios lo que piensa de ello (v. 2). No nos olvidemos nunca de hacerlo, aun cuando emprendamos algo que nos parece bien. Esto se llama ¡dependencia!
Los hombres de David tienen miedo. Nos hacen recordar a los discípulos del Señor quienes “se asombraron, y le seguían con miedo” (Marcos 10:32).
Para alentar a su gente, David vuelve a consultar a Jehová, quien le responde de manera más precisa aún. Y se consigue la victoria. No obstante, David sabe que los que fueron liberados son capaces de entregarle a Saúl sin vacilar; no tiene confianza en ellos. ¿No era lo mismo con el Señor? Había venido a liberar a su pueblo; sin embargo,
No se fiaba de ellos, porque conocía a todos… pues él sabía lo que había en el hombre
(Juan 2:24-25).
También conoce cada uno de nuestros corazones.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"