La cueva de Adulam viene a ser el refugio de David. Pero, en realidad, Jehová es su refugio, así lo afirma un salmo compuesto en esa cueva: “Tú eres mi refugio” (Salmo 142:5, V. M.; véase también Salmo 57:1). Después agrega:
Me rodearán los justos, porque tú me serás propicio
(Salmo 142:7).
¿Los justos? ¿Puede tratarse de esos hombres del versículo 2, aparentemente tan poco recomendables, sospechosos, deudores marginales, verdaderos desechos de la sociedad? Sí, Dios da este nombre a los que aman a su ungido y le reconocen como jefe. Desde el momento en que acuden a David, ya no es cuestión de su triste pasado.
Así, hoy en día, los que se reúnen alrededor de Jesús han cambiado su miseria moral, su inmensa deuda para con Dios, la amargura de su alma (v. 2) por Su justicia. En cuanto comprenden que en sí mismos ellos no tienen nada de valor y que el mundo no puede satisfacerlos, hallan en Jesús un Jefe y un objeto para sus afectos.
¿Qué podía ofrecer David a sus compañeros? Para el presente, ¡nada más que sufrimientos! Pero para el porvenir, podrían compartir su gloria real. ¡Tal es la parte del creyente! ¡Qué contraste con la gente del mundo que, como los siervos de Saúl en el versículo 7, recibe todas sus ventajas y sus bienes en la vida presente!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"