Para que la prueba nunca nos conduzca a dudar del amor de Dios, el profeta se apresura a agregar que Dios “no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres” (v. 33). ¡Con mayor razón, tampoco lo hace con los que son sus redimidos! 1 Pedro 1:6 confirma que él lo hace solo “por un poco de tiempo” y solamente “si es necesario”.
A menudo la prueba es necesaria para quebrantar nuestra propia voluntad, cuando la hemos dejado desarrollarse.
Por eso “le es bueno al hombre llevar el yugo desde su juventud” (v. 27).
Aplicarse a obedecer cuando se es todavía niño, aprender la sumisión en la casa paterna es prepararse a aceptar luego, por toda la vida, la autoridad del Señor.
A menudo la prueba también es para nosotros la oportunidad de hacer un examen de conciencia: “Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos…” (v. 40). Así, con el autor del Salmo 119, podremos reconocer: “Bueno me es haber sido humillado” (v. 71).
“Nos has puesto como las heces de la tierra, y como una basura en medio de las naciones” (v. 45, V. M.) Pablo tomará de nuevo una parecida comparación, pero no para quejarse de ella (1 Corintios 4:13). El servicio del Evangelio y el amor por los santos le permitían aceptar gustoso esa condición.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"