En este libro el sabio y el necio, el justo y el malo, el pobre y el rico, el rey y el servidor son considerados según sus relaciones recíprocas y sus responsabilidades ante Dios.
Los versículos 1 y 2 se conectan con el capítulo 28. “El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado…”. Si el orgullo de un hombre no es quebrantado, él mismo lo será repentinamente y sin remedio junto con el inicuo (cap. 6:15). Tal fue la suerte de Faraón, de Saúl, de Absalón… Pero siempre es grave, aun para un creyente, menospreciar la disciplina del Señor (Hebreos 12:5). “El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre…” (v. 3). Este versículo, veraz en lo que toca a nuestras familias, con más razón es aplicable a la familia de Dios. Es un gozo para el Padre ver cómo sus hijos aman la Sabiduría, la que es Jesucristo mismo (2 Juan 4; 3 Juan 4).
Varios versículos nos hablan de la justicia. Se la exige especialmente del gobernante o del rey (v. 4, 12, 14), pero todos los que son justos (v. 7; es decir, justificados por la obra de Cristo) deben tomar conocimiento de la causa del pobre con simpatía, con interés.
Todas esas enseñanzas se refieren especialmente a la vida en sociedad.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"