Orfa no vacila mucho tiempo. De un lado: la viudez, la pobreza en compañía de una mujer vieja y triste, en medio de un pueblo y un Dios desconocidos. Del otro: su propio pueblo, el afecto de los suyos, sus ídolos familiares. Sus lágrimas pronto secadas nos recuerdan a aquel joven rico que “se fue triste”, porque prefería sus riquezas, en lugar de seguir al Señor (Mateo 19:22). “Te seguiré adondequiera que vayas” dijo otro hombre a Jesús. Pero el Señor le previno:
El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza
(Mateo 8:20; véase también Lucas 14:25 y sig.).
Rut, en cambio, lo ha pesado todo; ha calculado los gastos. Su decisión es irrevocable, pues es la elección de la fe. Se ha apegado a Noemí, y ante todo, a su pueblo y a su Dios. Sin mirar atrás, ni dejarse detener por los temores en cuanto al porvenir, resuelve ir con su suegra y llega a Belén. Este nombre significa «casa del pan», el refugio por excelencia contra el hambre espiritual. Allí, con el permiso de Noemí, sale a buscar su sustento y Dios, con mano segura, la conduce a los campos de Booz, el hombre preparado por Él mismo para darle consuelo y reposo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"