Los versículos 1 a 6 ponen en guardia contra las codicias. Es tan peligroso desear los manjares delicados de los grandes de este mundo (v. 3) como las del hombre que tiene ojo maligno (v. 6, V. M.; Salmo 141: fin del v. 4). Luego, uno queda ligado a aquellos cuyo favor buscó. El pan de ellos es engañoso. El provecho que se saca en el momento resulta ser más tarde la fuente de muchas miserias. Las preocupaciones son inevitables cuando se persigue el logro de bienes terrenales. La prudencia, tal como los hombres la entienden, los impele a cansarse para adquirirlos. Así se imaginan que aseguran su porvenir y el de sus hijos. Pero, ¡es un cálculo equivocado! Esas riquezas son fugitivas; “… porque se harán alas” (v. 5; comp. Santiago 5:2); por eso la Sabiduría manda que se desista de la intención de hacerse rico (v. 4). La verdadera prudencia consiste no en adquirir riquezas sino en emplear para los demás las de nuestro Señor (Lucas 16:8).
El versículo 13 nos recuerda la negligencia de David en la educación de sus hijos (véase 1 Reyes 1:6). Una corrección corporal no acarrea la muerte. Al contrario, el hecho de no recurrir a ella puede tener un resultado fatal (2 Samuel 18:33). Liberar a nuestra alma del Seol: ¡a la verdad, lo que se juega es capital! Sí, apliquemos nuestro corazón a esa instrucción (v. 12; comp. cap. 22:15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"