En esta nueva división de los Proverbios, la Sabiduría deja de expresarse en máximas balanceadas y vuelve a tomar las exhortaciones directas como en los capítulos 1 a 9. Pero no vale la pena hablar a alguien que no esté atento. Antes de que se le imparta cualquier enseñanza, el joven discípulo es invitado, pues, a inclinar su oído y aplicar su corazón a las “cosas excelentes” (v. 20, V. M.; comp. Filipenses 1:10, V. M.), a tomarlas como temas de meditación y de conversación. ¿Y cuál es la meta de esa instrucción? En primer lugar, llevar al discípulo a colocar su confianza en un Dios conocido. Luego, poner a su disposición una “certidumbre” que le sirva para comparar y juzgar todo otro conocimiento. Finalmente, incitarle a que él mismo propague “las palabras de verdad” (v. 17-21).
Las advertencias que siguen tienen un carácter negativo. Detengámonos en este versículo:
No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres (v.28)
(comp. cap. 23:10). Muchos hallan demasiado estrechas las bases espirituales sobre las cuales los creyentes de generaciones anteriores vivieron felices y aprobados por Dios. «Cuidado, ¡peligro!» les grita este versículo. Además, invadir los diversos dominios de este mundo es descuidar fatalmente el que nos está reservado, y que es aquel donde se halla el Señor (comp. Salmo 16:6).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"