Practicar lo que es justo y recto no solo es cosa agradable a Jehová (v. 3); es también una alegría para el que la hace (v. 15). Mucha gente se imagina que ser creyente es una penosa obligación. ¡Muy al contrario! El creyente en buen estado espiritual halla su felicidad en la obediencia al Señor y, a la inversa, lo que el mundo llama alegría no tiene ninguna atracción para su corazón (v. 17). La casa del sabio contiene “un tesoro precioso” (la Palabra de Dios, a la que se honra) “y aceite” (el poder del Espíritu Santo: v. 20; comp. 1 Reyes 17:16). Para andar en su camino de justicia y de misericordia (v. 21), el sabio tiene necesidad de ese alimento. Saca de ello la fuerza espiritual necesaria para vencer y abatir la del Adversario (v. 22; Eclesiastés 7:19). Pero, al igual que su fuerza, su sabiduría no tiene nada en común con la del hombre, la cual no puede subsistir ante Dios (v. 30; 1 Corintios 1:19). Seamos de esos verdaderos sabios. ¡Es de desear que las provisiones de la Palabra y los gozos del Espíritu no falten en nuestras casas y que saquemos nuestra fuerza de allí! ¡Sí, nadie se parezca a las vírgenes insensatas de la parábola que no tenían aceite en sus lámparas! (Mateo 25).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"