Muchas personas piensan quedar libres para con Dios ofreciéndole de vez en cuando “el sacrificio” de algunas buenas obras. Pretenden redimirse de una vida de pecado observando ciertas formas religiosas. ¡Fatal ilusión! Una sola cosa es agradable a Jehová: la habitual costumbre de practicar lo que es justo y recto (v. 3), pero ello solo está al alcance del justo, es decir, de aquel a quien Dios hizo tal al justificarle. Hasta su conversión todo hombre se caracteriza por su corazón malo. Sus íntimos deseos se vuelven hacia el mal; él es su propio centro y no tiene un real amor por el prójimo (v. 10) ni verdadera compasión por el desdichado (v. 13). A veces esos sentimientos pueden ser imitados por la amabilidad carnal, o confundidos con cierta sensibilidad natural (un incrédulo puede tener un «buen corazón» o destacarse por su rectitud: v. 2). De hecho, el verdadero bien solo tiene su fuente en Dios y solo su perfecto cumplimiento en Cristo. A Él nos trae de vuelta el versículo 12. Él fue el justo por excelencia (comp. Job 34:17) y por tal razón solo Él tiene derecho a juzgar (Juan 5:27-30). Él considera atentamente la casa del impío y, si verdaderamente no ve ningún arrepentimiento, la derribará en la desdicha (v. 12; Salmo 37:35-36).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"
Dios no se deja engañar por actos religiosos
Proverbios 21:1-14