Hasta aquí hemos visto lo que Dios hizo por nosotros. Los capítulos 12 a 15 nos enseñan lo que él ahora espera de nosotros. El Señor ha adquirido todos los derechos sobre nuestras vidas. Presentémosle lo que le pertenece: nuestros cuerpos, como sacrificio vivo (en contraste con las víctimas muertas del culto judaico) a fin de que él actúe a través de ellos. Pero, antes de servir, es necesario que nuestra inteligencia renovada discierna la voluntad del Señor (Colosenses 1:9-10). Cualesquiera sean las apariencias, tal voluntad siempre es buena, agradable y perfecta (pesemos estas palabras) por el solo hecho de que es Su voluntad (Romanos 12:2; Juan 4:34). También es importante controlar nuestros pensamientos y juzgarlos, de manera que sean pensamientos de humildad y no de satisfacción propia, sino puros y no manchados.
Los versículos 6 a 8 enumeran algunos dones de gracia: el de profecía, el de servicio, el de enseñanza, el de exhortación, el de administración, el de guía del rebaño… «Ninguna de estas actividades me conciernen, dirá un joven, pues son para cristianos de edad y experiencia». De todos modos, la última de ellas, la misericordia, mencionada en el versículo 8 es para usted –quienquiera que sea e independientemente de su edad– e igualmente lo es la generosidad, porque “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"