Por encima de todo, el hombre se preocupa por su libertad. Sin embargo, ésta es una completa ilusión. Alguien escribió: «La libre voluntad no es más que la esclavitud del diablo». Sin embargo, el hombre no lo advierte sino después de su conversión. Solo al tratar de retomar el vuelo, el pájaro cautivo siente que le han cortado las alas. “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado…”, enseña el Señor Jesús. Pero agrega:
Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres
(Juan 8:34, 36).
¡Libres… no de hacer nuestra propia voluntad, pues eso sería colocarnos bajo la misma esclavitud! Que nos baste el haber cumplido en “el tiempo pasado” (v. 21; 1 Pedro 4:3) la voluntad del hombre pecador y saber que la consecuencia de ese trabajo hecho para Satanás, el impostor, requirió un trágico salario: la muerte que Cristo padeció en nuestro lugar (v. 23). Si somos libres, es para servir a Dios y obedecerle de corazón (v. 17; 2 Corintios 10:5). Tal fue el ejemplo de un joven africano, esclavo de un amo cruel, a quien un viajero compasivo rescató y le dio la libertad. En vez de ir a vivir su vida, pidió que se le permitiera permanecer junto a su benefactor. Su deseo máximo era servirle en adelante.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"