La venida del Señor

Venida del Senor

Introducción

Creemos que se ha oído el grito de medianoche:

¡Aquí viene el Esposo; salid a recibirle!
(Mateo 25:6).

Reconocemos el resultado de aquel grito por la gran atención que, desde los años 1830 aproximadamente, se le ha dado a la gloriosa verdad de la venida del Señor. Durante siglos, no se oyó nada sobre el retorno del Esposo. “Mi señor tarda en venir” (Mateo 24:48), fue lo que claramente expresó la Iglesia profesante. La cristiandad estaba dormida. Pero, por la gracia de Dios, se oyó el grito –ese grito que conmueve el alma–: “¡Aquí viene el Esposo; salid a recibirle!”. ¿Estamos preparados? ¿Tenemos el aceite en nuestras vasijas –la verdadera gracia del Espíritu de Dios en nuestros corazones–? ¡Solemne pregunta! Los que estén “preparados” entrarán con el Esposo. El resto quedará excluido, relegado a “las tinieblas de afuera”, al espantoso lugar del “lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12; 25:30), donde jamás puede penetrar un solo rayo de esperanza, en la profunda lobreguez de la eternidad. ¡Oh, quiera el Espíritu de Dios conmover nuestros corazones y volvernos concienzudos y diligentes! ¡Que podamos vernos con lomos ceñidos y luces ardientes como personas que realmente esperan a su Señor! ¡Busquemos hacer sonar una nota de advertencia en los oídos de nuestros semejantes cada día que vayamos pasando por este mundo! ¡Señor, haz que nos tomemos esto muy en serio!.