¿Independencia o unidad?
Hay dos posibilidades en cuanto a la correlación entre asambleas. Pueden existir como asambleas independientes, como unidades individuales, responsables sólo ante Cristo, la cabeza en el cielo. Así lo enseñan y lo practican algunos. La otra posibilidad es que unas y otras conformen una unidad con responsabilidades no sólo locales sino también colectivas, tal como otros lo enseñan y practican. En resumen, pues, la cuestión es cuál de estas dos formas de acción está de conformidad con las Escrituras, cuál es la senda trazada por la Palabra de Dios, qué dirección siguieron las asambleas novotestamentarias. Éste es el asunto que tiene que resolverse con la ayuda de las Escrituras. Es necesario resolver esto porque se han desarrollado sobre este punto dos escuelas de pensamiento y acción, por decirlo así. Cada grupo afirma que se reúne sobre principios bíblicos.
Un solo Cuerpo
Ante todo, quisiéramos reiterar lo que hemos declarado en el segundo fascículo: «Seis principios básicos» sobre el aspecto local de la Iglesia. Como cada asamblea local constituye un solo cuerpo compuesto por todos los verdaderos creyentes, cada asamblea local es la representación o expresión, en aquel lugar, de la Iglesia de Dios en su totalidad. Es una parte de una unidad mayor –“La Iglesia del Dios viviente”– y, por consiguiente, aunque sólo fuera desde este punto de vista, no es ni siquiera concebible el pensamiento de asambleas independientes. Si cada asamblea local es parte viviente de aquel gran Cuerpo de Cristo en la tierra, tiene que existir una unidad práctica y una cooperación común entre todas las representaciones de aquel solo Cuerpo. De otro modo, la verdad del Cuerpo único de Cristo se anula tanto en principio como en la práctica.
Miremos esto desde un punto de vista humano. Si una gran compañía internacional tiene sucursales o representantes locales en muchos lugares, todos éstos tienen que funcionar como una unidad. Tienen que funcionar de acuerdo con los principios centrales, aunque se adapten a las necesidades locales. Si cada sucursal o unidad obrara independientemente de las demás, no funcionaría como una sola compañía. Hay que actuar conjuntamente y en unidad para ser miembros eficientes de una sola compañía.
1 Corintios 12 nos enseña acerca de la maravillosa unidad que existe entre los diversos miembros del Cuerpo de Cristo.
Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo
(1 Corintios 12:12).
Aquí las palabras “así también Cristo” se refieren a Cristo y a la Iglesia.
“Son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros… Dios ordenó el cuerpo… para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (v. 20-21, 24-27).
En el cuerpo humano hay una unidad perfecta: todos los miembros de nuestro cuerpo, que son muchos y diversos, dependen unos de otros y están coordinados entre sí para su funcionamiento. Así también Dios ha ordenado lo mismo para el cuerpo espiritual de Cristo. No hay independencia en el cuerpo humano sino una absoluta dependencia entre sus muchos miembros. Asimismo no puede existir independencia entre los miembros del Cuerpo de Cristo si se espera que su funcionamiento sea conforme al propósito de Dios. Un miembro no puede decir a otro miembro: “no te necesito”. No debe haber ningún cisma o división en el Cuerpo de Cristo. La asamblea de Corinto en aquel tiempo era el Cuerpo de Cristo en Corinto y sus componentes, en particular, eran miembros del Cuerpo universal, la Iglesia.
Ahora bien, si lo antedicho es verdad para miembros individuales del Cuerpo de Cristo, ¿no se aplica el mismo principio a las iglesias locales, las que no son nada más que grupos de miembros individuales del cuerpo reunidos en un lugar? Seguramente que sí. La verdad de un Cuerpo único no admite independencia alguna, sea ésta individual o colectiva.
Guardar la unidad del Espíritu
Hay no sólo un único Cuerpo, sino que hay también un solo Espíritu, y Efesios 4:3-4 nos exhorta a que usemos de solicitud “en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz…”. Hay también “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”.
Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo… y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu
(1 Corintios 12:13).
Esta unidad divina se formó por el Espíritu Santo y el día de Pentecostés todos los creyentes fueron introducidos en ella. Se nos hizo beber de un mismo Espíritu. El Espíritu Santo formó esta unidad y vela sobre ella y la mantiene a fin de que sean cabalmente cumplidos los designios del Padre. Lo quiere hacer para la gloria del Hijo. No podemos nosotros romper esta unidad del Cuerpo de Cristo, la cual el Espíritu de Dios hizo de una vez por todas. También Cristo siempre ve su Iglesia como una sola cosa, no importa cuántas divisiones tenga aquí en la tierra. Pero podemos dejar de manifestar esta unidad del Espíritu; por lo tanto, se nos exhorta a esforzarnos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Alguien ha escrito: «La unidad del Espíritu es el poder o principio que permite a los santos andar juntos manteniendo entre ellos vínculos para manifestar la unidad del Cuerpo de Cristo. Es la realización moral de su unidad. El esfuerzo por guardar esta unidad mantiene nuestras relaciones con todos los santos en conformidad con el Espíritu de Dios y en la verdad.
«Nos reunimos con otros en el nombre del Señor, sobre el principio de “un cuerpo, y un Espíritu”. Así nos esforzamos en guardar “la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”; procuramos estar en la “comunión del Espíritu Santo” (2 Corintios 13:14), quien mantiene la unidad del Cuerpo de Cristo… Entonces ¿qué es esta unidad? Es el poder y el principio por los cuales los santos están capacitados para andar juntos. Esto es, marchar juntos según relaciones correctas en el cuerpo y como miembros de Cristo. Esto puede involucrar mi separación de cualquier miembro que está unido, en la práctica o de un modo religioso, a algo que no cuadra con la Palabra de Dios. Esta unidad no sólo puede separarme de uno que anda en el mal, sino que puede dirigirme a andar con otro que sí está andando en santidad y en verdad…
«Esta unidad excluye, además, la individualidad. Nadie puede asumir una actitud de aislamiento. Si Dios llama a alguien a permanecer solo en cierta localidad por causa de la Palabra de Dios, esta responsabilidad le pone en comunión y sobre el mismo terreno con todos aquellos que en otras partes del mundo andan en tal verdad. Esta unidad excluye también la individualidad en otra manera. Cuando uno está con otros cristianos y es tentado a actuar independientemente de ellos, la responsabilidad que emana de la unidad del Cuerpo de Cristo le refrena de actuar independientemente de otros miembros de Cristo. ¡Esto nos pone fuera de cualquier sistema humano y nos guarda en la unidad que es según Dios!
«Es lo suficientemente amplia para todos, puesto que los abarca a todos, tanto si están allí como si no lo están. Excluye el mal de su interior, cuando el tal es conocido y juzgado, ya que admitirlo daría como resultado la anulación de la unidad del Espíritu. No se trata solamente de la unidad de los cristianos, en procura de la cual muchos ponen todo su empeño, a menudo rehusando la verdad referente al Cuerpo de Cristo… ¡Dios relaciona la unidad a Cristo y no Cristo a la unidad! En una palabra, la unidad tiene que ser de la misma naturaleza que Cristo, pues se trata de la unidad de su Cuerpo; ésta ha de ser santa y veraz en la práctica (Apocalipsis 3:7)» (F. G. Patterson).
En la epístola a los Corintios el Espíritu de Dios coloca ante nosotros una unidad divina de enseñanza y de práctica. Esta instrucción no fue para la asamblea de Corinto solamente, sino para “todas las iglesias” (1 Corintios 4:17). Así vemos que, para guardar la unidad del Espíritu, es esencial que haya uniformidad de enseñanza y de práctica general entre las asambleas. Es necesario que las asambleas se reconozcan unas a otras como pertenecientes a esta unidad divina. No se puede llevar a cabo la “unidad del Espíritu” si las asambleas piensan y actúan por sí mismas, con independencia las unas de las otras. Por lo tanto, la verdad de un solo Cuerpo y un solo Espíritu exige que las asambleas permanezcan sobre el terreno de esta unidad divina, es decir, que reconozcan esta relación de unidad entre unas y otras y que procuren ponerla en práctica. El principio de la independencia de las asambleas está, por consiguiente, completamente en contradicción con la exhortación divina de “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Por lo tanto, no es bíblico y constituye un principio divisionista.