La Iglesia del Dios viviente n°6

Correlación entre asambleas

Un círculo de comunión

Ya hemos señalado la unidad que existía en las asambleas del Nuevo Testamento tanto en lo que concierne a la doctrina como a la práctica. Hemos visto también que en ninguna parte de las Escrituras se encuentran vestigios de algo así como una teoría de asambleas independientes. Por el contrario, la Palabra de Dios enseña claramente el principio de la unidad de las asambleas. Esto es lo que a veces se describe como la verdad de «un círculo de comunión». Este término quiere decir: un círculo de asambleas que sostienen las mismas verdades, actúan bajo los mismos principios divinos y mantienen responsabilidades colectivas. Son, además, asambleas que andan juntas en comunión práctica y en unidad unas con otras para poner por obra aquellos principios que las unen.

Todos los versículos ya considerados que se refieren a la vida común y al orden de las asambleas, justifican el concepto y la enseñanza de un círculo de asambleas. El concepto como tal no se encuentra en la Escritura; no obstante, expresa una verdad claramente presentada en la Palabra. Desde luego que tal círculo de comunión incluye primeramente a todos los santos, salvo los excluidos por razones bíblicas. Hay, sin embargo, tal estado de ruina y confusión en la Iglesia profesante que ese círculo de genuina comunión tiene que reducirse a los que se someten a la verdad de Dios que gobierna su Asamblea. Si los creyentes individualmente se someten a esta autoridad bíblica en separación de lo que es contrario a la Palabra de Dios, entonces esta asamblea constituye un círculo de comunión local. Este círculo incluye con plena libertad a todas las asambleas que en diversas partes se reúnan también según los principios bíblicos.

El orden y la disciplina son necesarios

Un círculo de comunión es necesario y tenemos que reconocerlo, así como la disciplina que está relacionada con él. Si no reconocemos esta disciplina somos culpables de una falta de sumisión, es decir, somos culpables de un espíritu de independencia. De otra manera, ¿cómo podrían llevarse a cabo el orden y la disciplina establecida por medio del apóstol Pablo para la Casa de Dios, la Asamblea? Bajo el mismo principio según el cual se reconoce que una congregación local de creyentes se reúne en separación del mal, debemos reconocer todas las congregaciones de creyentes que se reúnen en la misma separación.

Esto no es formar una confederación, ni establecer un cuerpo de gobierno central. Cuando reconocemos un círculo de reuniones, no estamos estableciendo ningún acuerdo, sino que solamente procuramos andar juntos en obediencia a la Palabra de Dios. Un círculo de comunión es una identidad práctica de comunión que el Espíritu de Dios produce a través de la obediencia a las Escrituras. Esto constituye la única representación práctica del Cuerpo de Cristo. No hay otra alternativa, sino la de aceptar las asambleas independientes, lo cual equivaldría a negar la existencia de un solo cuerpo. De la independencia alguien ha dicho con razón: «El principio de asambleas independientes conduce a la tolerancia y al descuido en cuanto a la conducta y creencias básicas. Permite la libertad de cualquier práctica religiosa y no pone a prueba la conciencia de nadie».

Comunión sin sectarismo

Muchos se manifiestan totalmente en contra de la enseñanza de un círculo de comunión diciendo que es sectario y no de Dios. Pero no es posible encontrar sectarismo en una asamblea de Dios si existen las siguientes condiciones:

–   Los creyentes en todas partes son reconocidos como miembros del Cuerpo de Cristo.

–   Los creyentes son recibidos en comunión, siempre y cuando no exista un obstáculo bíblico.

–   Ningún nombre ni enseñanza sectaria es adoptado como un distintivo, sino que los santos se reúnen simplemente en (o hacia) el único nombre: Cristo.

Si se cumplen estas condiciones no es posible acusar de sectaria o partidista a una asamblea tan sólo por haber rehusado la independencia y por haber reconocido un círculo de asambleas con las que tiene comunión.

Otro autor ha escrito: «Cuanto más lamentamos y rechazamos el sectarismo que existe, tanto más nos vemos obligados a reconocer el Cuerpo de Cristo dondequiera que sea posible, y nos alegraremos en reconocerlo. Este círculo de comunión, a pesar de no ser el Cuerpo, nos permite reconocer su unidad en la verdad y santidad en la medida en que sea posible, dado el estado de ruina en el que se encuentra la Iglesia. Cuando hay amor hacia todos los que pertenecen a Cristo –cuando hay una puerta abierta para recibir a todos según ambas condiciones: la verdad y la santidad– tal círculo no puede ser considerado sectario. Por el contrario, constituye una protesta contra el sectarismo. La congregación que rehúsa tener conexión con tal círculo sí es completamente sectaria» (F. W. Grant).

Tenemos que reconocer el Cuerpo de Cristo en su totalidad y no aquellas asociaciones no bíblicas de creyentes. En consideración al Cuerpo de Cristo, rechazamos las denominaciones por creer que no son de Dios; pero, por la misma consideración estamos obligados a aceptar un círculo de comunión no sectaria. Todo creyente tiene derecho a participar de la mesa del Señor hasta cierto punto, pero no siempre cumple todos los requisitos para participar. Su andar, sus asociaciones o el estado de su alma pueden serle un estorbo, puesto que la mesa del Señor pertenece al Santo y Verdadero.

El partimiento del pan en la mesa del Señor es la expresión más completa de la comunión, y la comunión quiere decir una comunidad de intereses y de juicio. Donde éstos no existen, la comunión verdadera resulta imposible. No podemos tener comunión con los que se oponen y hacen la guerra a los principios dados por Dios para nuestro propio gobierno. Una asamblea de una localidad sólo puede expresar comunión con las asambleas de otros lugares que cumplen ciertas condiciones. Estas condiciones consisten en asumir sus privilegios, actuar conforme a sus responsabilidades según la Palabra de Dios y andar en santidad, verdad y unidad.

Hemos tratado la verdad tocante al círculo de comunión y la hemos considerado un principio bíblico. Pero tenemos que admitir con dolor que los que han procurado sostener y poner en práctica este principio han fracasado en gran manera y se han disuelto en varios círculos. Esto bien puede causar humillación y confesión delante de Dios. Pero esto no significa que el principio del círculo de comunión sea un mal o una equivocación. El fracaso del hombre en cuanto a mantener la verdad de Dios no cambia los principios divinos ni nos absuelve por no sostenerlos ni practicarlos. Tales sucesos son más bien una razón para humillarnos delante de Dios e identificarnos con toda la ruina y el fracaso de nuestros padres y de nosotros mismos. Esto debería hacernos sentir la necesidad de buscar el rostro del Señor a fin de alcanzar de Él gracia y poder para guardar su Palabra y andar en sus sendas.

Algunos que practican la independencia de las asambleas culpan la enseñanza de la unidad de asambleas como si fuera la causa de las divisiones. No obstante, su situación no es mejor en cuanto a divisiones. Los frutos perniciosos de la independencia saltan a la vista de inmediato.