Las siete iglesias de Asia
Los que abogan por el principio de asambleas independientes toman como base para su opinión los mensajes dirigidos a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis 2 y 3). Subrayan que el Señor se dirigió a cada asamblea individualmente y que no acusó a Éfeso de las faltas e iniquidades de Pérgamo, ni de las de Tiatira, ni viceversa. Basándose en eso concluyen que no somos responsables de lo que suceda en otras asambleas. Razonan que cada asamblea sólo es responsable ante Cristo, su Cabeza, en lo que concierne a sus propios asuntos. Examinemos esta enseñanza para verificar si está de acuerdo con toda la verdad de la Escritura.
Ante todo, podemos notar que el libro del Apocalipsis no enseña el orden o procedimiento de la Iglesia, ni tampoco sienta para nosotros principios relacionados con la Asamblea. Ése no es el propósito del libro. Podemos aprender muchas verdades provechosas tocante a la Asamblea en los primeros tres capítulos del Apocalipsis, los cuales presentan en realidad la historia profética de la Iglesia profesante1 . Pero, para encontrar instrucciones completas a propósito de la Iglesia y su orden y principios de conducta y acción, hay que recurrir al libro de los Hechos y a las epístolas de Pablo. Estos antecedentes ya han sido considerados y hemos notado también que no enseñan ni dan ningún indicio de alguna práctica de independencia de acción. Por el contrario, hemos hallado unidad y responsabilidad colectivas.
- 1Con «Iglesia profesante» nos referimos a todo lo que exteriormente reconoce el nombre de Cristo. Abarca lo que es genuino de Dios y también lo que es tan sólo de nombre.
La responsabilidad local
Por supuesto que está clarísimo que la primera responsabilidad de cada asamblea es para con el Señor, su Cabeza, para todo cuanto suceda dentro de ella. Existe, ante todo, la responsabilidad local de cada asamblea de corresponder a la santidad del Señor y mantener el orden bíblico en su propia esfera de obligaciones. Por lo tanto, es natural que hallemos al Señor dirigiéndose a las siete asambleas de Asia por separado. Él señaló a cada una aquello que era digno de aprobación entre ellas, pero también aquello que no estaba de acuerdo con Su santidad o Sus deseos. Pero la entera verdad del asunto es que la responsabilidad no termina en la asamblea local.
La responsabilidad colectiva
Además de la responsabilidad local de mantener las verdades de la Palabra de Dios hay una responsabilidad colectiva. Ésta nace debido a que somos miembros del Cuerpo único de Cristo. Las asambleas son parte de ese Cuerpo; por consiguiente, no pueden existir como varios cuerpos locales e independientes. Son representaciones locales del Cuerpo de Cristo, el cual es, lo reiteramos, sólo uno en la tierra y los intereses de este Cuerpo en su totalidad deben ser los intereses de cada asamblea. En cuanto a los mensajes dirigidos a las siete iglesias de Asia, hallamos que el Señor hizo responsable de su condición interna a cada asamblea. Pero a la vez se dirigía a todas las siete iglesias, mediante las siguientes palabras:
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Nótese que no dijo: «… oiga lo que el Espíritu os dice a vosotros», o «a la asamblea» sino “… oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esto es plural e indica responsabilidad y unidad colectivas de las asambleas.
Éfeso tenía la obligación de oír lo que el Espíritu Santo tenía que decirle individualmente y también lo que el Espíritu tenía que decir a todas las iglesias de Asia. Así también fue con cada iglesia; ellas debían oír también lo que el Espíritu decía a las otras iglesias. Era la voluntad de Dios que no fueran ignorantes o indiferentes acerca de la condición de las otras. Cada una tenía que estar enterada de lo que el Espíritu de Dios quería decir sobre el error o mal en cada asamblea en particular. Es decir, tenían una responsabilidad colectiva en cuanto a lo que el Espíritu hacía notar a las otras.
Si el mal que existía en Tiatira –un mal indicado por el Señor mismo– no era quitado, ¿podía Esmirna o Filadelfia recibir a individuos de aquella asamblea? ¿O podía recomendar que sus santos fuesen recibidos en comunión por los de Tiatira? Ciertamente que no, porque el hecho sería expresar comunión y hacer un vínculo con lo que el Señor juzgó como malo. La asociación con el mal contamina. “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (l Corintios 5:6).
Mensajes para los vencedores
En cada mensaje a las iglesias de Asia, el Espíritu se dirige a los vencedores en lo relacionado a escuchar Sus palabras. Estos vencedores tendrán que prestar atención al mensaje del Espíritu para limpiarse del mal y apartarse de él. Si la asamblea no se juzga a sí misma y quita el mal, las demás asambleas no podrán tener comunión en justicia y santidad sino solamente con aquellos vencedores que se hayan separado de la asamblea contaminada.
Después de quitar el candelero de Éfeso, como dijo el Señor que haría si ellos no se arrepentían, ¿podían los santos de otras asambleas reconocer a Éfeso como asamblea? ¿O podían recibir a creyentes de Éfeso o recomendar creyentes a Éfeso? Seguro que no. Sólo aquellos hermanos separados de un lugar y a los cuales el Señor llama “vencedores” podían ser reconocidos en comunión por los vencedores separados de otros lugares. Esto es aprobado por Dios.
No encontramos, pues, nada que sostenga la idea de asambleas independientes en los mensajes a las siete iglesias. En cambio, sí vemos que la constante enseñanza de la Escritura apunta a la unidad y a la responsabilidad colectiva de las asambleas.