El Señor Jesucristo – sus sufrimientos y su muerte
¿Fue el Señor Jesús un mártir a causa de su muerte?
Sí, pero su muerte implica mucho más que eso. La palabra «mártir» significa «testigo», y normalmente se utiliza para designar a un testigo fiel que ha sido asesinado a causa de su testimonio. Y esto verdaderamente puede aplicarse a Cristo. Él fue el “testigo fiel y verdadero” (Apocalipsis 3:14), y también fue “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Pero las siguientes preguntas y respuestas demostrarán, según las Escrituras, que su muerte tuvo, ante todo, una importancia fundamental para otras personas. Así fue mucho más que la simple muerte de un fiel mártir.
¿Mataron al Señor o él mismo puso su vida?
Ambas cosas. Estas dos verdades son las dos caras de una misma moneda. Por un lado, los hombres hicieron todo lo posible para dar muerte al Señor; lo crucificaron, convirtiéndose así en sus asesinos (Hechos 2:23). Este es el lado de la responsabilidad humana. Pero, por otro lado, Cristo puso su vida voluntariamente (Juan 10:11, 15, 17-18).
Además, leemos que cuando “Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó (o liberó) el espíritu” (Juan 19:30). Este es el lado que muestra Su divino poder y su amor.
¿Por qué murió Jesús?
Este tema es tan maravilloso, que una breve respuesta nunca podrá abarcarlo.
Cristo murió para probar su obediencia perfecta a Dios, para glorificar a Dios en cuanto al pecado, para glorificar al Padre dándonos a conocer su amor, y también para que Dios pudiera justificar al impío y otorgar salvación y felicidad a los hombres, quienes estaban alejados de Dios.
¿Cargó el Señor Jesús mis pecados?
Esto depende. Si usted cree en él, si se ha presentado ante él con sus pecados, y si le ha aceptado como su Salvador personal, entonces la respuesta es «sí». Jesús llevó «nuestros» pecados, es decir, los pecados de los creyentes (1 Pedro 2:24). La Biblia no dice en ninguna parte que el Señor llevó el pecado de «todos», sino que llevó el pecado de “muchos” (Isaías 53:12).
¿Es suficiente la muerte de Jesús para que cualquiera sea perdonado?
Sí. La muerte de Cristo es suficiente para que cualquiera pueda ser perdonado. Pero solo se beneficiarán aquellos que acudan al Señor (ver 2.6). No obstante, la oferta es válida para todas las personas:
• “Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:3-4).
• “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37).
• “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
¿Todos los hombres serán perdonados?
Todos los hombres podrían ser perdonados (ver 2.5), pero no todos lo serán, sino únicamente los que creen en Cristo. Leemos:
• “Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
• “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
¿Qué es la propiciación?
La palabra propiciación aparece en 1 Juan 2:2: “Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. ¿A qué se refiere la expresión por “todo el mundo”? Bien, por un lado, Su sacrificio es tan grande y tiene tal valor ante los ojos de Dios que, sobre esta base, él puede ofrecer la salvación a todos, aun cuando no todos la acepten (ver 2.5 y 2.6).
Recordemos que Dios es santo y justo. Por lo tanto, todos los pecadores deben ser juzgados y condenados por él. Si no se hubiera cumplido la obra de Cristo en la cruz, el juicio hubiera sido el único destino para los hombres. Pero, gracias a Dios, Cristo murió, es la propiciación, y ahora Dios tiene libertad para ofrecer la salvación. En este sentido, él se dio a sí mismo “por todos” (1 Timoteo 2:6).
Una palabra relacionada con el tema aparece en Romanos 3:25; dicho pasaje afirma que Dios ha presentado a Cristo como “propiciación” o «propiciatorio» por medio de la fe en su sangre. Este término alude a una figura del Antiguo Testamento: la de la tapa o cubierta del arca que una vez por año era rociada con sangre (Levítico 16:14). La sangre rociada sobre la cubierta (o propiciatorio) del arca del santuario ilustra el hecho de que Dios quedó satisfecho con la muerte de Cristo.
Resumiendo, la propiciación le permite a Dios ofrecer libremente la salvación a todos los hombres. Y esta se vuelve efectiva para aquellos que la aceptan por medio de la fe.
¿Qué es la sustitución?
Un sustituto es alguien que toma el lugar de otro. En la cruz, Cristo tomó el lugar de aquellos que creen en él. El Justo sufrió por los injustos (1 Pedro 3:18). Llevó nuestros pecados, y por sus heridas fuimos nosotros sanados (Isaías 53:12; 1 Pedro 2:24). Las conocidas palabras de Isaías describen muy bien lo que es la sustitución: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados… mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (cap. 53:4-6). En este sentido, el Señor dio “su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
La sustitución se aplica únicamente a los que creen.
¿Qué es la expiación?
La palabra expiación significa «cubrir» según el original hebreo. Incluye la propiciación (ver 2.7) y la sustitución (ver 2.8). Está muy bien ilustrada en el «gran día de la expiación» (Levítico 16). Los elementos principales de las actividades de dicho día eran los dos machos cabríos, que debían ser ofrecidos: uno para Dios (propiciación) y el otro por el pueblo (sustitución). La sangre del primer macho cabrío era rociada sobre el propiciatorio. En cuanto al otro macho cabrío, el sumo sacerdote ponía sus manos sobre la cabeza del animal y confesaba todos los pecados del pueblo. Luego, este macho cabrío era enviado al desierto.
Cristo efectuó la expiación: Dios quedó plenamente satisfecho y fue glorificado por la obra de Cristo (propiciación), y «nuestros» pecados fueron llevados por él (sustitución).
¿Tuvo Cristo que soportar el juicio divino para efectuar la expiación?
Sí. Algunos han enseñado que la expiación simplemente significa que Cristo «participó de la condición de pecado del hombre caído» o que «se identificó con la condición mala del hombre». Pero afirmar esto es pasar por alto que el “castigo” de nuestra paz fue sobre él (Isaías 53:5), y que la “espada” de Dios cayó contra su compañero (Zacarías 13:7). Cristo llevó nuestros pecados, es decir, pagó la culpa por nuestros pecados (1 Pedro 2:24).
¿La expiación incluye la sanidad de enfermedades y de sufrimientos físicos?
No, al menos no antes del arrebatamiento (o de la muerte). Algunos han llegado a conclusiones erróneas después de leer la expresión: “Por su llaga fuimos nosotros curados” o “sanados” (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24). Sin embargo, este versículo nos habla de “nuestros pecados” y de “nuestra paz”, de manera que por el contexto comprendemos que la «sanidad» tiene que ver con el problema del pecado, la terrible enfermedad del pecado, y no con enfermedades físicas.
De igual manera ha sido malinterpretado el versículo 4 del mismo capítulo: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”. Este versículo no se refiere a la expiación sino a los milagros de sanidad que realizó el Señor, lo cual queda comprobado con la cita que se hace de él en Mateo 8:17.
Hoy estamos todavía “esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23). Ver 6.32.
¿Qué es la redención?
La palabra redención puede traducirse por «rescate». La redención tiene que ver con un precio que se debe pagar para recuperar algo o para liberar a alguien.
Según la ley de Moisés, las heredades podían ser rescatadas (Levítico 25:25). Si, por ejemplo, alguien se había empobrecido por cualquier motivo y había perdido algo de su posesión, su pariente más cercano podía redimirle a él –si había perdido su libertad personal– o redimir sus posesiones.
Podemos encontrar un ejemplo de esto en el libro de Rut: Noemí había perdido todo y Booz vino a ser el redentor.
Cristo redimió a aquellos que le pertenecen (y solo a ellos). El precio que pagó el Señor fue su propia sangre (1 Pedro 1:18-19), es decir, su propia vida.
¿Qué es la adquisición?
En la adquisición o compra, naturalmente, también se tuvo que pagar un precio; sin embargo, esta difiere de la redención.
La adquisición se refiere a todo el mundo, y no solo a los creyentes. El siguiente versículo nos aclara el concepto: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató (o adquirió según el original griego), atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2:1). Estos falsos maestros habían sido “comprados” o “adquiridos”, pero, evidentemente, no habían sido redimidos (pues no creían en el Señor), y por negar al Señor atraerían sobre sí mismos destrucción repentina.
La parábola del tesoro escondido en el campo constituye una interesante ilustración de la adquisición. Todo ese campo fue adquirido (y el campo es el mundo, según Mateo 13:38, 44) por causa de dicho tesoro.
Por su muerte, Cristo obtuvo un título, un derecho sobre todo el mundo: todos fueron comprados por él (esto se agrega al título que él tiene como Creador).
¿En qué momento el Señor Jesús llevó los pecados de todos los que creen en él?
Para que quede claro: no lo hizo durante Su vida, ni tampoco en el sepulcro, ni siquiera durante las tres primeras horas en la cruz. Cristo llevó nuestros pecados durante las tres horas de tinieblas, “desde la hora sexta… hasta la hora novena” (Mateo 27:45). Durante este tiempo hubo tinieblas y silencio. El Señor no pronunció una sola palabra hasta la hora novena. En definitiva, ningún hombre es capaz de desentrañar el misterio de lo que sucedió durante este lapso de tiempo, pero al final del mismo el Señor, en alguna medida, corrió el velo al clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v. 46).
Solo Cristo fue desamparado por Dios, y solo lo fue durante las tres horas de tinieblas, mientras cumplía la expiación. Antes de este tiempo, él siempre gozó de la comunión con Dios. Y también después, se dirigió al Padre y encomendó su espíritu en Sus manos (Lucas 23:34, 46). Además, 1 Pedro 2:24 nos enseña claramente que fue en la cruz donde Cristo llevó nuestros pecados.
¿Por qué el Señor Jesús fue desamparado por Dios?
Este hecho era completamente contrario a la experiencia y a lo que se podía esperar (Salmo 37:25). El Señor clamó: “¿Por qué me has desamparado?”. Esta expresión la hallamos en el Salmo 22:1, en un contexto más amplio que nos enseña que, normalmente, aquellos que confían en Dios son liberados y no son avergonzados (v. 4-5). ¿Cómo, pues, es posible que Aquel que mostró una fidelidad perfecta haya sido desamparado por Dios? La primera respuesta es: “Pero tú eres santo” (v. 3). Mientras Cristo cargaba nuestros pecados, el Dios santo tuvo que alejarse de él, e incluso juzgarlo y “quebrantarlo” (Isaías 53:10). La segunda respuesta se halla en el Nuevo Testamento: Cristo fue hecho pecado, para que “nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
De manera que Cristo fue desamparado por Dios a causa de nuestros pecados (recordemos que él era sin pecado, ver 1.16). Por esta obra, ¡el Señor es digno de nuestra adoración eterna!
¿Fue desamparado también por su Padre?
Las Escrituras de ninguna manera enseñan esto. Cuando se dice que el Señor fue desamparado, es siempre por parte de Dios. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos 15:34; Salmo 22:1).
Por otra parte, al hablar de Cristo como Hijo del Padre, las Escrituras confirman que él estuvo, está y estará siempre en el seno del Padre (Juan 1:18). Por cierto, el verbo que aparece en este versículo original griego, es un participio presente (estando) en el que la noción de tiempo está ausente: “El unigénito Hijo, que está (estuvo/está/estará) en el seno del Padre”.
¿Cómo puede ser desamparado por Dios y, a la vez, estar en el seno del Padre? Sin intentar comprender cosas que están ocultas o más allá de nuestra comprensión, es bueno fijarnos en esta distinción hecha por la Palabra de Dios.
Una simple ilustración nos ayudará a comprender mejor: pensemos en un juez ante quien se presenta su propio hijo en carácter de acusado y culpable, ¿qué sucederá? El juez declarará culpable a su hijo, pero su corazón, por ser el padre, estará siempre junto a su hijo.
¿Seguía desamparado por Dios cuando murió?
No. El Señor dijo: “Consumado es” (Juan 19:30), y encomendó el espíritu en las manos del Padre (Lucas 23:46).
Léase también la respuesta 2.14.
¿Cómo sabemos que Dios aceptó el precio que Jesús pagó en la cruz?
Pues bien, tenemos una prueba visible y clara de esto. Dios levantó a Cristo –a quien los hombres habían clavado en la cruz– y lo resucitó de entre los muertos. Dios tomó a Cristo de las partes más bajas de la tierra y lo elevó al más alto lugar de honor, a la diestra de Dios (léase Efesios 1:19-23; Hechos 2:24, 32; 3:15 etc.). De manera que no tenemos dudas de que Dios aceptó el precio: Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
¿Se podría salvar alguien gracias a la vida recta del Señor?
No. La muerte fue necesaria. De otra manera, “el grano de trigo” hubiera quedado solo (Juan 12:24). “Sin derramamiento de sangre (es decir, sin entregar la vida) no se hace remisión” de pecados (Hebreos 9:22). Si hubiéramos podido salvarnos por medio de la vida recta de Cristo (quien guardó la ley), ¿por qué hubiera muerto? “Si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21).
En este contexto, notemos el pasaje de Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Este versículo declara que seremos salvos “por su vida”, porque se refiere a:
• Personas que ya han sido reconciliadas con Dios.
• La salvación en cuanto a las dificultades de nuestro andar, lo cual nada tiene que ver con la salvación eterna.
• La vida del Señor después de su muerte, en resurrección, en el cielo, sin referirse a su vida en la tierra antes de la obra en la cruz.
¿Por qué es un grave error enseñar que el creyente puede perder la salvación?
Algunas personas enseñan que un creyente es salvo, pero que si no es suficientemente fiel durante su vida, puede perder la salvación. Ahora bien, esto equivale a decir que necesitaríamos dos cosas para ser salvos: en primer lugar, la obra (es decir, la muerte) de Cristo, y, en segundo lugar, una vida «santa» y «fiel». En otras palabras, viene a ser lo mismo que decir que la obra de Cristo no fue suficiente. Por lo tanto, afirmar que el creyente puede perder la salvación ¡es despreciar la inconmensurable obra de Cristo en la cruz!
Además, si la salvación dependiera de nuestra propia fidelidad, nunca podríamos llegar a tener “paz para con Dios”, ni la seguridad de que no pesa contra nosotros “ninguna condenación”; pero, ambas declaraciones son ciertas (Romanos 5:1; 8:1).
¿Qué es la reconciliación?
Reconciliación significa «restablecer la armonía entre». Los enemigos necesitan reconciliarse. Dios no necesitaba reconciliarse con el hombre, sino el hombre con Dios (2 Corintios 5:20). Reconciliación no es lo mismo que propiciación (ver 2.7); sin embargo, ella solo puede lograrse después de que se haya efectuado la propiciación.
¿Serán salvos todos los hombres al final de los tiempos?
Todas las cosas serán reconciliadas con Dios, pero no todos los hombres. Leamos en Colosenses 1:19-20: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Notemos que el versículo habla de “cosas” y no de personas. El universo entero ha sido afectado y manchado por el pecado del hombre (Romanos 8:20-21). Por lo tanto, todas las “cosas” necesitan ser (y serán) puestas otra vez en armonía con Dios; y todo esto será hecho sobre la base de la obra del Señor Jesús en la cruz: “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
¿Qué es el universalismo?
Es una falsa doctrina que afirma que todas las personas serán salvas al final de los tiempos. La Biblia no enseña tal cosa, pero eso pretenden los partidarios de esta creencia, quienes hacen uso de algunos versículos y los malinterpretan (ver 2.22). Además, el universalismo contradice formalmente pasajes de las Escrituras tales como Juan 3:36: “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (V. M.). Si la ira de Dios “permanece” sobre tales personas, ¿cómo podrían ser salvas al final? Leemos en las Escrituras que “todo aquel que en él cree” tiene vida eterna, y no simplemente «todo aquel» (Juan 3:16).