El creyente no puede perder su salvación

La salvación del alma está definitivamente lograda

La explicación de Filipenses 2:12 también ha sido dada frecuentemente. El apóstol no tiene en vista la justificación cuando escribe: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. En la epístola que envía a los filipenses presenta la salvación como la meta a alcanzar: la liberación al final de la carrera. Como poseemos la salvación sobre el principio de la fe –¿no fue precisamente en Filipos donde él respondió a la pregunta del carcelero: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”? (Hechos 16:30-32)–, somos exhortados a obrar en vista de esta liberación final. Es un trabajo incesante, un combate contra Satanás que quisiera hacernos caer en el camino. Sin duda, si tuviésemos que librar ese combate con nuestras propias fuerzas y nuestros recursos únicamente, ¿quién de nosotros podría pretender alcanzar la meta? Pero “Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Así, podemos esperar con entera confianza “la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23-24). La salvación de nuestras almas está lograda; es la salvación de nuestros cuerpos la que esperamos.