El creyente no puede perder su salvación

Justificados ante Dios por la fe

A propósito de la justificación he aquí lo que el apóstol Pablo escribe a los romanos: “Al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5), mientras que la enseñanza del apóstol Santiago es esta: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24). Aislados de su contexto, estos dos pasajes parecen contradictorios y esta aparente contradicción es motivo de confusión para muchos.

Hace falta comprender que en esas dos porciones de la Palabra se tratan dos temas muy diferentes. En la epístola a los Romanos se trata de la justificación ante Dios y en la epístola de Santiago de la justificación ante los hombres. Dios lee en mi corazón; Él puede discernir la realidad de mi fe sin que para eso sean necesarias las obras. En cambio, los que me rodean solo me pueden juzgar a través de mi vida práctica: “Yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).

Un mismo ejemplo –el de Abraham– se escogió en los dos pasajes citados, lo que es notable. Romanos 4 alude a la escena de Génesis 15: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas… Así será tu descendencia”. Eso es lo que Dios dijo. Es suficiente creer para ser justificado: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (v. 5-6). Es el versículo recordado en Romanos 4:3 y 22, citado igualmente en Santiago 2:23, pero precedido entonces por estas palabras: “Y se cumplió la Escritura que dice…”. ¿Cuándo fue cumplida esta escritura? Cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac sobre el altar (v. 21). La escena de Génesis 15, durante la cual fue pronunciada la expresión cumplida en Génesis 22, es bastante anterior. Isaac no había nacido entonces. La fe, pues, precede las obras, las que son solamente la consecuencia y el testimonio de aquélla ante el mundo. En Génesis 22 había testigos (“dos siervos suyos”) aunque no hayan ido hasta el lugar del sacrificio.

¿Cuál es el resultado en cada una de esas circunstancias? Génesis 15: Abraham creyó a Dios. Eso le es “contado por justicia”, es justificado ante Dios por su fe. No es cuestión de obras: “Al que no obra, sino cree…” (Romanos 4:5). Génesis 22: sus obras manifiestan su fe. Aquí no se dice que eso le fue contado por justicia; son dos mensajes diferentes los que le son dirigidos: “El ángel de Jehová le dio voces desde el cielo…” (v. 11). “Y llamó el ángel de Jehová a Abraham segunda vez desde el cielo…” (v. 15). ¿Cuáles son esos dos mensajes? El primero: “Ya conozco que temes a Dios…” (v. 12). El segundo: “Por cuanto has hecho esto… de cierto te bendeciré…” (v. 16-18).

Resulta muy claro, pues, que somos justificados ante Dios por la fe. Las obras que somos exhortados a cumplir nada añaden a una salvación perfecta, la cual está fundada sobre el principio de la fe solamente. Ellas manifiestan esta fe a los ojos de los que nos rodean y muestran que vivimos con el temor de Dios (Génesis 22:12; ellas no nos procuran la salvación, pero la bendición en el camino (cap. 22:16-18). Vean todavía, aparte de esos pasajes, Efesios 2:8-10; Tito 3:5-8; Gálatas 2:16.

Añadamos lo que nos dice en otra parte la epístola a los Romanos a propósito de la justificación. Es Dios quien justifica (cap. 8:30, 33), Dios y no el hombre. ¿Por qué lo hace? Porque es un Dios de gracia: “siendo justificados gratuitamente por su gracia” (cap. 3:24). Pero ¿cómo un Dios justo y santo puede justificar a culpables? En virtud de la obra ejecutada en la cruz: la sangre de Cristo fue vertida y somos “justificados en su sangre” (cap. 5:9). Basta creer eso –”justificados, pues, por la fe” (cap. 5:1)– para tener paz con Dios.