Pregunta 2 ¿Dónde partimos el pan?
Tal vez nunca hayamos abordado este tema con profundidad. Puede parecer un poco trivial a primera vista. Pero no lo es. Si pensamos un poco en lo que la Biblia dice al respecto y cómo lo practican muchos cristianos, entonces vale la pena examinar esta pregunta a la luz de la Palabra de Dios.
Es un acto unido a la asamblea local
Vayamos directamente a la respuesta: el partimiento del pan está unido a la asamblea local y no puede separarse de ella, según el pensamiento de Dios.
Si leemos atentamente y en su contexto 1 Corintios 11, nos llama la atención lo mucho que el apóstol insiste en las reuniones que tuvieron lugar entre los corintios. No hay ningún otro texto bíblico en el que se repita tanto este pensamiento:
Versículo 17: Los corintios se reunieron (lamentablemente no para bien, sino para mal, pero se reunieron).
Versículo 18: Se reunieron “como iglesia”, o asamblea. Podría decirse que este tipo de reunión tenía el carácter de una reunión de asamblea.
Versículo 20: Se reunieron en un solo lugar. Se trata de la asamblea local de Corinto. Aunque ya había divisiones y peleas entre ellos, se reunieron en un mismo lugar.
Versículo 33: Se reunieron para comer. Aquí se refiere claramente a la reunión cuyo objetivo era participar en el partimiento del pan, descrita en detalle anteriormente. Los corintios se reunieron específicamente con este propósito.
Cabe preguntarse por qué afirmamos que era la asamblea de Corinto la que se reunía de esta manera. 1 Corintios 1:2 muestra que esta epístola se dirige a la “iglesia de Dios que está en Corinto”, pero luego añade:
Con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos nuestro.
Esto significa que las instrucciones dadas a los corintios también son válidas para nosotros. Sin lugar a dudas, toda la Escritura es inspirada por Dios y nos ha sido dada para nuestra enseñanza e instrucción (2 Timoteo 3:16). Pero en el caso de la primera carta a los Corintios, el Espíritu Santo confirma explícitamente que estas instrucciones también se aplican a nosotros. Eso debería ser suficiente.
La enseñanza concerniente a la Cena del Señor se da exclusivamente en esta epístola, que trata de manera general el orden que debe observarse en la “iglesia” de Dios en relación con la reunión local. Este hecho indica claramente que no podemos separar el partimiento del pan de la asamblea local. Las enseñanzas sobre el bautismo aparecen, entre otras, en la epístola a los Romanos. Esto tiene su razón de ser. La carta a los Romanos trata principalmente de nuestro andar individual, y el bautismo es un asunto individual. La primera carta a los Corintios se refiere, sobre todo, a nuestro andar colectivo. Por consiguiente, también es ella la que nos da instrucciones sobre nuestra marcha colectiva. De la misma manera aquí se nos dan enseñanzas sobre la Mesa y la Cena del Señor.
Las enseñanzas del Señor en Mateo 18 proporcionan otro argumento por medio del cual el partimiento del pan no puede separarse de la asamblea local. El tema de la disciplina (atar y desatar, es decir, recibir en la comunión o excluir de ella) es un asunto de la asamblea local. Solo ella tiene la autoridad dada por el Señor para atar y desatar. Este asunto también se refiere a la participación en el partimiento del pan, pues es la máxima expresión de la comunión cristiana. Una persona será excluida del privilegio de la comunión de los hijos de Dios si manifiesta un mal comportamiento, y será admitida nuevamente en esta comunión si se arrepiente. La asamblea local vigila lo que ocurre en su seno y se ocupa del mal que se ha revelado. Esto no es posible fuera de la asamblea local.
Es, pues, claro que no podemos partir el pan con algunos creyentes en cualquier lugar de vacaciones, fuera de una asamblea local reunida en el nombre del Señor Jesús. De lo contrario, no sería posible el ejercicio de la disciplina según la Palabra, que también se aplica a la participación en la Cena del Señor. El partimiento del pan solo puede hacerse en unidad y comunión con la asamblea local. No dejemos pasar a la ligera, ni en el pensamiento ni en la acción, estos principios divinos de unión. Se trata del honor y de los derechos del Señor en su Mesa.
Aporte del Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento nos ayuda en lo concerniente a este tema. Aunque en él no se menciona el partimiento del pan, podemos aplicar los principios que Dios dio a su pueblo terrenal. 1 Corintios 10:18 nos autoriza a utilizar el Antiguo Testamento para ayudarnos con este asunto. Aquí Pablo escribe: “Mirad a Israel según la carne”. Lo que era válido para el pueblo de Israel en sus relaciones naturales (en la carne), puede aplicarse a nosotros en el sentido espiritual. Las figuras del Antiguo Testamento nos ayudan a comprender mejor los principios del Nuevo Testamento.
Veamos Deuteronomio 16. Entre otras cosas, habla del lugar donde los israelitas debían sacrificar la pascua. El versículo 2 muestra que Dios tenía una idea muy clara sobre este lugar: “Y sacrificarás la pascua a Jehová tu Dios, de las ovejas y de las vacas, en el lugar que Jehová escogiere para que habite allí su nombre”. Los versículos 5 y 6 muestran que ese lugar no era nada indiferente para Dios. Incluso había una clara prohibición: “No podrás sacrificar la pascua en cualquiera de las ciudades... sino en el lugar que el Señor tu Dios escogiere para que habite allí su nombre, sacrificarás la pascua”. Esto era claro y no podía ser malinterpretado.
Dios había escogido un lugar que en ese momento era geográfico, a saber, el templo de Jerusalén, y había prohibido hacerlo en cualquier otro lugar. Nadie tenía derecho a decir: quiero celebrar la pascua, pero no quiero hacerlo en Jerusalén, sino en otro lugar. No, Dios había determinado el lugar, y también lo había descrito: era el lugar donde él quería que habitara su nombre. La similitud con el Nuevo Testamento es evidente. Nosotros tampoco podemos partir el pan en cualquier lugar, donde más nos convenga, sino donde Dios quiere, en la asamblea local, donde el Señor está en medio de los reunidos en su nombre.
La pascua es una imagen muy conocida en el Antiguo Testamento. En general podemos distinguir tres aspectos principales de ella, si queremos aplicarla a nosotros mismos:
1) La pascua habla del Gólgota: “Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada” (1 Corintios 5:7).
2) La pascua nos muestra cómo una persona encuentra protección bajo la sangre del Cordero de Dios (1 Pedro 1:19).
3) La pascua debía repetirse cada año; ella ofrece una serie de similitudes con la Cena del Señor.
Por supuesto, la Cena del Señor no debe confundirse con la pascua. Nosotros no celebramos la pascua, sino que partimos el pan. Pero la enseñanza sobre la pascua nos proporciona instrucciones que podemos aplicarnos a nosotros mismos. Esto no es una afirmación arbitraria, sino lo que podemos deducir de la Biblia. Hay diferencias, pero también hay analogías y correlaciones sorprendentes. Aquí tenemos una.
La pascua no debía celebrarse en cualquiera de las ciudades de Israel, sino solo en el lugar que el Señor había elegido para hacer morar su nombre. No podemos simplemente partir el pan en nuestra familia, en las vacaciones o con los amigos, sino que lo hacemos donde el Señor ha prometido estar en medio de los suyos: en la asamblea local. El partimiento del pan está ligado a un lugar concreto, que para nosotros no es geográfico sino espiritual. Se trata de los principios que guían nuestras reuniones. En Mateo 18:20 el Señor Jesús prometió a los suyos estar en medio de los dos o tres que se reunieran en su nombre. Es allí donde nos reunimos para partir el pan.
Aporte del Nuevo Testamento
La costumbre de los primeros cristianos también confirma esta práctica. Por ejemplo, en ninguna parte vemos que durante uno de sus viajes el apóstol Pablo partiera el pan con sus compañeros, fuera de una asamblea local. Al contrario, en Hechos 20:7 vemos que, aunque tenía mucha prisa, esperó siete días en Troas para partir el pan con los hermanos de la asamblea local allí. No salió antes del domingo para ir a tomar la Cena del Señor con sus amigos en algún lugar del camino.
Resumen
El partimiento del pan es un acto vinculado a la asamblea local, como enseña la Biblia. Partimos el pan donde el Señor Jesús está en medio de su pueblo reunido en su nombre. Hacerlo de otra manera va en contra de los pensamientos de Dios. Esta conclusión se desprende de las enseñanzas del Nuevo Testamento, de las imágenes del Antiguo Testamento y de la costumbre de los primeros cristianos.