La falta de memoria del pueblo y su ingratitud llevan a Dios a repetir desde un principio el relato de lo que hizo por Israel. Son recordadas las plagas de Egipto hasta el versículo 51, luego la salida de aquel país (v. 52), el viaje (v. 53) y la entrada del pueblo en Canaán (v. 54). El versículo 55 resume el libro de Josué, mientras que los versículos siguientes nos remontan al tiempo de los Jueces y del primer libro de Samuel. Los versículos 60 y 61 aluden a la conquista del arca por los filisteos (1Samuel 4). Entonces vemos cómo el Señor interviene de nuevo de una triple manera: hiere a sus enemigos (v. 66); pone a un lado las diez tribus infieles, personificadas por José y Efraín (v. 67; históricamente se trata de la realeza de Saúl y de los que le siguieron: 2 Samuel 2:8-11); y finalmente Éxodo 15:17 se cumple (v. 69) y Judá es enaltecida porque es la tribu real de David.
Con esto, la libre elección de Dios y su gracia son exaltadas (comp. Juan 15:16; Romanos 9:15), porque en ninguna parte se menciona que esta tribu sea menos culpable que las demás. Pero está unida indisolublemente al Ungido de Dios y es también por esta razón que Dios nos escoge y nos ama (v. 68: pertenecemos a Cristo, su Amado; comp. Juan 17:6, 9-10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"