El hecho de que Rahab fuese no solamente una enemiga sino una persona poco recomendable subraya la profundidad de la gracia divina. Así como ocurrió en el caso de otra cananea en los tiempos del Señor, la fe de esta la hace participar, espiritualmente hablando, de las “migajas” que caen de la mesa de los hijos de Israel (Mateo 15:22-28). El medio por el cual su casa será protegida nos recuerda la pascua y la sangre del cordero en las puertas, y hace de Rahab una verdadera hija de Israel. Previendo el juicio que caerá sobre Jericó, ella y los suyos son invitados a colocarse bajo la protección del cordón escarlata. Notemos que este es atado a la ventana inmediatamente. Rahab nos enseña a colocarnos al amparo de la sangre redentora lo antes posible, si todavía no lo hemos hecho, porque así como el juicio cayó sobre Jericó, también alcanzará al mundo. Esta mujer proclama su certidumbre de que el Dios de Israel ganará la victoria y confía en su promesa.
El informe de los dos espías es muy diferente del de los diez exploradores de Números 13.
Jehová ha entregado (no entregará) toda la tierra en nuestras manos (v. 24).
Este versículo es el cumplimiento textual de lo que declaró cuarenta años antes el cántico del mar Rojo (Éxodo 15:15 final).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"