La creación es el primer testimonio que Dios dio de sí mismo y todo hombre, sin excepción, es responsable de discernir por medio de su inteligencia “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad”. Contemplar “las cosas hechas” sin reconocer y honrar a Aquel que las hizo vuelve a los hombres inexcusables (Romanos 1:19-20).
Dios nos invita con Job a admirar su hermoso universo. Pero, de todas esas maravillas de la creación, ¿quién puede hablar con más competencia que su mismo Autor? ¡Pues bien! El que creó la luz, el que ató “los lazos de las Pléyades” y estableció “las ordenanzas de los cielos” es también el que condesciende a ocuparse de una sola alma: aquí la de Job; pero igualmente de la mía y de la de usted. Como lo dice el cántico:
El pecador miserable
tiene más precio a Sus ojos
que el cortejo innumerable
de las estrellas en los cielos.
En todo tiempo, los hombres se han dedicado a escudriñar y sondear los cielos. Algunos consagran su existencia a ello. ¿No es más importante que usted consagre la suya a escudriñar “las Escrituras”? (Juan 5:39). Porque si “los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19:1), la Palabra, a su vez, da testimonio de su gracia.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"