Para ilustrar el estado de ánimo del patriarca y los caminos de Dios para con él, Eliú toma sus ejemplos del cielo en un día de tormenta (véase también cap. 36:27-29, 32-33; cap. 37:2 y sig.). Las oscuras nubes representan los duelos y las pruebas, las que por un momento habían ocultado a Job la luz de la faz de Dios. Para el corazón natural es difícil comprender el misterioso equilibrio de ellas (v. 16). Pero Job debe saber una cosa: Dios carga esas nubes con un agua de bendición para él (v. 11; cap. 26:8). Porque la lluvia puede caer de varias maneras: en bondad, para la tierra (Salmo 65:10), o, al contrario, como “azote” (Job 37:13; comp. Salmo 148:7-8). Desciende en gotas abundantes y bienhechoras (cap. 36:27-28) bajo forma de lloviznas fertilizantes (cap. 37:6) o al contrario como aguaceros torrenciales o “aguaceros de su fortaleza” (v. 6, V. M.), los que devastan el suelo sin penetrarlo. En ese último caso se trata de un juicio, sin efecto sobre el alma. Pero no es tal el pensamiento de Dios para con su servidor Job. Él quiere bendecirle, le corrige con medida (Jeremías 10:24) y le hará decir con el cántico (véase v. 21):
¡Alentaos, pues, medrosos!
Este negro nubarrón,
de sus bendiciones lleno,
traerá la salvación.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"