Nehemías había sido obligado a volver junto al rey. Tobías, el enemigo muy conocido, aprovechando su ausencia, había conseguido hacerse asignar una de las cámaras contiguas a la casa de Jehová, gracias a la complicidad de uno de los sacerdotes. Este no era otro que Eliasib, quien ya se había mostrado tan negligente en el momento de la construcción del muro. Y los porteros, los varones que en el capítulo precedente habían sido “puestos… sobre las cámaras de los tesoros” (cap. 12:44), tampoco habían guardado lo que su Dios les había dado para guardar.
Al volver, Nehemías, presa de la indignación, arroja él mismo todos los muebles de Tobías fuera de la cámara. Luego hace limpiar las cámaras y volver allí los utensilios y las ofrendas (comp. Mateo 21:12-13). ¡A veces nuestros corazones son como esas cámaras en que el mundo pone sus cosas en el lugar de lo que pertenecía a Dios y servía como ofrendas!
Esa primera negligencia había acarreado otras, y Nehemías debe todavía preocuparse por las porciones de los levitas, así como por la vigilancia y la repartición de los diezmos traídos por el pueblo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"