El rey y sus deberes

Deuteronomio 17:8-20

Una sentencia dictaminada por el sacerdote o por el juez era definitiva y debía acatarse. Pablo confirma que

No hay autoridad sino de parte de Dios… De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste.
(Romanos 13:1-2; 1 Pedro 2:13-17)

Pero quien ostenta la autoridad es responsable ante Dios de la manera cómo la ejerce. Varias recomendaciones importantes fueron hechas a los reyes: no debían tener para sí muchos caballos (el orgullo), ni tomar para sí muchas mujeres (la concupiscencia de la carne), ni amontonar para sí plata y oro (la concupiscencia de los ojos); tampoco debían enseñorearse sobre sus hermanos (eran sus hermanos, no sus súbditos). Debían tener la ley divina como su única guía. Salomón, el rey más brillante de la historia de Israel, infringió todos estos mandamientos (1 Reyes 10:22-28; 11:1, 4; 12:4). En cambio Josías, uno de sus últimos sucesores, se distinguió por el honor que rindió al libro de Dios que volvió a encontrar, y por los efectos prácticos que la Palabra tuvo en su vida (2 Crónicas 34:14 y sig.). Poseer un ejemplar del santo Libro, tenerlo a nuestro lado y leerlo todos los días nos enseña a temer al Señor y a conocer sus mandamientos “para ponerlos por obra” (v. 19).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"