Cuando lleguemos al capítulo 31:16 comprenderemos mejor lo que sucede en este pasaje. En la mente de Balaam, a quien se le ha escapado la recompensa tan ansiada, se va germinando una idea diabólica. Él mismo había anunciado que Dios no percibía iniquidad ni injusticia en Israel (cap. 23:21). ¡Pero no importa, se dice a sí mismo, hay que inducir a este pueblo a pecar! De esta manera Dios se verá obligado a maldecirlo. ¿Acaso no es una nación que debe morar sola y confiada? (cap. 23:9). Pues bien, incitémosla a que se mezcle con los demás pueblos. Así Balaam enseña “a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” (Apocalipsis 2:14). De esta tenebrosa maquinación resulta el triste y humillante asunto de Baal-peor. Esto nos muestra que las invitaciones del mundo son más peligrosas que sus maledicencias. El pueblo cae en la trampa tendida por Moab y su aliado Madián. Es necesario el celo de Finees para apartar la ira de Jehová y detener la mortandad. Su actitud recibe inmediatamente una recompensa. ¡Cuán agradable es para el Señor cuando un joven, en medio de la decadencia moral generalizada, ha mantenido puro su camino y valerosamente ha tomado posición por Cristo!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"