El diezmo

Números 18:20-32

A todos los dones que acaba de hacer a Aarón y su familia (v. 1-19), Jehová añade el más excelente: se da a sí mismo a los suyos. “Yo soy tu parte y tu heredad”, dice en el versículo 20.

Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
(Salmo 16:5)

Mi porción es Dios para siempre,
(Salmo 73:26)

responden respectivamente David y Asaf (Salmo 16:5; 73:26). El primero de todos los dones que Dios nos ha dado, ¿no es su propio Hijo? Comprendamos juntamente con los levitas que no tenemos otra herencia, otra posesión verdadera en este mundo. Por el contrario, lo tenemos todo en el cielo, puesto que allí se halla Jesús, a quien poseemos. El israelita tenía obligación de dar el diezmo de su renta para el servicio del santuario (Levítico 27:30). Estos diezmos subvenían a las necesidades de los levitas que no tenían ni era, ni lagar (v. 30), ni heredad que hacer producir. Mas no por eso quedaban privados del privilegio de dar parte de sus bienes. A su vez ellos daban el diezmo de todo lo que recibían. En Nehemías 10:37-38 estas instrucciones vuelven a tener vigencia merced a un fiel hombre de Dios.

Con mucho gusto resumimos este capítulo 18 citando un hermoso versículo del Nuevo Testamento:

Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
(1 Corintios 3:22-23)

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"