El sacerdote pasaba detrás del velo, envuelto en una nube de incienso, mientras el pueblo temeroso esperaba afuera. ¿Aceptaría Jehová el sacrificio? Si algo no estaba en orden, ¿no perecería Aarón igual que sus dos hijos mayores? ¡Qué alivio cuando volvía a salir, cumplido su servicio! Proféticamente esta escena se cumplirá cuando, viniendo en gloria para Israel,
Cristo “aparecerá por segunda vez… para salvar a los que le esperan.
(Hebreos 9:28)
Faltaba ocuparse del macho cabrío vivo. El primero, cuya suerte cayó por Jehová (v. 9), había sido sacrificado y quitaba el pecado de delante de Dios. El segundo, el macho cabrío “por Azazel”, quitaba el pecado de la conciencia del pueblo. Por eso todos los pecados se confesaban sobre su cabeza y él se los llevaba para siempre a una tierra deshabitada (leer Salmo 103:12; Hebreos 8:12, citado de Jeremías 31:34). El primer macho cabrío servía para hacer expiación: era para todos. El segundo nos habla de sustitución: una víctima llevando los pecados de muchos (Hebreos 9:28), de aquellos que, confesando sus pecados (v. 21), por la fe se apropian el valor de la víctima. El sacrificio de Cristo tiene este doble carácter.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"