Levítico es un libro cerrado para quien no posee la “llave” divina del mismo. Esta llave es Cristo, a quien hallamos allí en todos los aspectos de su sacrificio y de su sacerdocio. El creyente posee un solo sacrificio, ofrendado “una vez para siempre”, plenamente suficiente (Hebreos 10:10). Pero para describirlo en sus diversos aspectos, el Espíritu de Dios nos da unas imágenes variadas y complementarias.
El holocausto se nombra primero porque representa la parte de la obra de Cristo que es para Dios. Esta se expresa en el Nuevo Testamento en pasajes como Juan 10:17; Efesios 5:2; Filipenses 2:8. Queridos amigos cristianos, cuando pensemos en la cruz, en vez de ver en ella primeramente nuestra salvación, empecemos por considerar la satisfacción que Dios ha encontrado en la Persona y obra de su santo Hijo.
Se podían presentar tres clases de víctimas. En la manera de ofrecerlas se aprecian algunas diferencias. Por ejemplo, solo las ofrendas de ganado se cortaban en trozos o piezas que luego se colocaban sobre el altar. Pero en cada caso se trataba de un “olor grato para Jehová”. Tal fue el efecto del fuego del juicio que sufrió la Víctima santa en la cruz: hacer resaltar hasta en los mínimos detalles la excelencia de la ofrenda “sin mancha” (Hebreos 9:14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"