La arenga de Abías a las tropas de Israel fue pronunciada con un tono de superioridad de muy mal gusto. Es necesaria, pues, la maniobra de rodeo de Jeroboam para poner a prueba al rey de Judá y su ejército. En un instante, este se encuentra cercado en la retaguardia, a punto de ser aplastado. Pero un camino permanece despejado: el cielo. El clamor de angustia sube a Jehová; toda presunción se ha esfumado y la fe se muestra. Ella se sirve de un instrumento de guerra extraño… pero bien conocido en la historia de Israel: las trompetas (véase Josué 6:4; Jueces 7:18). Es un arma irresistible, porque la fe que se sirve de ella se apoya en la divina Palabra y en sus promesas siempre valederas (léase Números 10:9). ¡Y el llamado de la fe es oído! El sonido agudo habla al corazón de Dios acerca del peligro que corren los suyos. Y sin duda, también habla solemnemente al corazón de los hombres de Jeroboam que hacen la guerra contra sus hermanos… y contra Jehová.
El ejército de Israel es despedazado y humillado (v. 18), prueba de que ni la fuerza (v. 3), ni la astucia (v. 13) pueden más que la confianza en Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"