Contrariamente a las instrucciones de la Palabra (Deuteronomio 21:15-17), Roboam establece como heredero y sucesor a Abías, hijo de su mujer preferida, Micaías (o Maaca; véase 2 Crónicas 11:20-21), la que, además, era idólatra (cap. 15:16). Con tanta infidelidad solo puede resultar un mal reinado. Y, sin embargo, la corta historia de ese rey contiene una hermosa página. Si bien se la omite en los Reyes, nuestro libro de la gracia no puede callarla. Se trata de la guerra que estalla entre Abías y Jeroboam. Según Lucas 14:31, de parte del rey de Judá era insensato emprender una guerra con la mitad de soldados que su adversario. Pero Abías cuenta con buenos medios que, a sus ojos, compensan su inferioridad numérica. Los hace valer en el discurso que dirige al ejército de Israel. Del lado de Judá, aún permanece la dinastía de David, el verdadero culto y el sacerdocio, así como la presencia de Jehová. Abías pretende no haberle abandonado (v. 10), prueba de que no se conoce a sí mismo. Finalmente, él tiene un arma secreta, más eficaz que todas; mañana veremos el decisivo papel que va a jugar: es la trompeta del júbilo (v. 12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"