“Apacienta mis corderos… pastorea mis ovejas”, había dicho el Señor a Pedro (Juan 21:15-17). Lejos de valerse de ello para colocarse por encima de los demás creyentes (posición que le fue atribuida en la cristiandad), el apóstol se designa simplemente como anciano juntamente con los otros ancianos y recomienda a estos últimos que no dominen sobre la grey del buen Pastor, sino que sean ejemplo para ella (v. 3). Las ovejas no les pertenecen, pero son responsables de ellas ante el soberano Pastor. No obstante, a los jóvenes les conviene estar sujetos a los ancianos, y a todos revestirse “de humildad”, lo que podría traducirse por «ponerse el delantal del servicio» (v. 5; comp. cap. 3:8). “El Dios de toda gracia” da gracia a los humildes.
El apóstol agrega:
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros (v. 7).
Esta confianza y entrega a Dios no nos eximen de vigilancia. Satanás, nuestro enemigo siempre amenazante, acecha el menor relajamiento. Resistirle aún es sufrir (v. 8-9). Así para el creyente –en su medida– como para su divino modelo, la Escritura una vez más vuelve a dar testimonio de los sufrimientos que, por “un poco de tiempo”, son su parte… y de las glorias que vendrán tras ellos (v. 10; cap. 1:11 final).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"