El reposo de Dios en el séptimo día, después de la obra de la creación, pronto fue turbado por el pecado del hombre. Y desde entonces, “hasta ahora” (Juan 5:17), no ha cesado el trabajo que el Padre y el Hijo realizan conjuntamente para la redención. Mas aquí aprendemos esto:
1° Dios siempre tiene en vista Su reposo.
2° Este está por venir y no se confunde con el establecimiento del pueblo en Canaán bajo la conducción de Josué. Israel gozará del reposo terrenal en el milenio, y la Iglesia en la gloria celestial.
3° Si bien Dios quiere compartir su reposo con su criatura, no todos entrarán en él.
Como otrora en el desierto, la “incredulidad” (cap. 3:19) y la “desobediencia” (cap. 4:6) cierran el acceso a la promesa. Juan 3:36 nos muestra, además, que el que desobedece está en la misma situación que el que no cree, porque hacer la obra de Dios es creer “en el que él ha enviado” (Juan 6:29). Por desdicha, esto ocurrió con Israel como con las multitudes de hoy: “No les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (v. 2; leer Romanos 10:17).
De modo que la obediencia al Señor es la que nos permite entrar ahora en el trabajo de su gracia y nos prepara para compartir mañana el reposo de su amor (véase Sofonías 3:17).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"