Al meditar el libro de los Reyes, comprendimos que Hiram-Abi (o Hiram, que debe distinguirse del rey), el obrero más hábil entre todos, era una figura del Espíritu Santo. Bajo la esclarecida dirección de ese hombre, los artesanos preparados por David van a cumplir su tarea. El creyente será hecho capaz de servir, al dejarse conducir por el Espíritu de Dios. Vemos, en los Hechos, cómo el Espíritu comunica a los apóstoles las órdenes del Señor (Hechos 1:2; 8:29; 13:2, 4); ¡prestemos oído a su voz! Como a Pablo y a sus compañeros, ella nos dirá a menudo: «¡No hagas esto; no vayas allá!» (Hechos 16:6-7).
Fueron contados 153.600 hombres para hacer el trabajo. Algunos eran changadores, otros tallaban piedras; finalmente había capataces. Así, se sugiere la actividad cristiana de tres formas:
1. llevar las cargas por medio de la oración;
2. sacar piedras vivas de la cantera del mundo y labrarlas: obra del evangelista y de los otros ministerios (Efesios 4:11-12);
3. velar sobre la obra y la manada (1 Timoteo 3; 1 Pedro 5:1-4).
Hay un detalle notable: los equipos se componen de cananeos, esos extranjeros que otrora eran enemigos y una trampa para Israel. Durante el reinado del rey de paz, llegan a ser útiles servidores.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"