Onésimo significa “útil”. Otrora esclavo inútil, desde entonces merecía su nombre (v. 11). Más aun, había llegado a ser un amado y fiel hermano (v. 16; Colosenses 4:9). Ningún nombre es más precioso que el de “hermano”; y conviene tanto al amo como al esclavo cristiano. Por su parte, Pablo no se vale de ningún otro título más que el de anciano y prisionero de Jesucristo (v. 9). Si hubiera pensado solo en sí mismo, no se habría privado de los servicios de Onésimo. Pero quería que a este le fuese dada la oportunidad de dar testimonio en la casa donde se había conducido mal en otros tiempos y a Filemón, de comprobar los frutos de esa conversión y de confirmar “el amor para con él” (2 Corintios 2:8).
Esta historia de Onésimo, en cierto sentido, es la nuestra. Éramos siervos rebeldes que seguíamos el camino de nuestra propia voluntad, pero fuimos devueltos a nuestro Señor; no para ser colocados bajo servidumbre, sino como aquellos a quienes llama sus hermanos amados (comp. v. 16; Juan 15:15). Aquí Pablo es la imagen del Señor que paga nuestra deuda e intercede por nosotros.
Ojalá esta epístola nos enseñe a introducir en nuestra vida diaria el cristianismo práctico: el olvido de sí mismo, la delicadeza, la humildad, la gracia… en una palabra, todas las múltiples manifestaciones del amor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"