Nuestra conducta respecto a las autoridades y para con todos los hombres debe ser necesariamente un contraste con lo que “también éramos”antes de nuestra conversión. Y este recuerdo de nuestro triste estado de otrora es apropiado para que mostremos
toda mansedumbre para con todos los hombres
(v. 2; Filipenses 4:5).
Lejos de sentirnos superiores a ellos, podemos invitarlos, por nuestro propio ejemplo, a aprovechar la misma gracia que nos regeneró.
Esta epístola menciona seis veces las buenas obras (cap. 1:16; 2:7, 14; 3:1, 8, 14). So pretexto de que no tienen valor para obtener la salvación (v. 5), corremos el riesgo de subestimar su importancia y dejarnos aventajar por otros cristianos menos instruidos en otros puntos doctrinales. Por el contrario, hemos de poner “solicitud en practicar las buenas obras” (V. M.), con un doble fin: primeramente, con miras a ser útiles a los hombres (v. 8); luego, para no estar nosotros mismos “sin fruto” (v. 14). El Señor se complace en producir este fruto en la vida de los suyos, y en apreciar su naturaleza. Solamente es buena una obra hecha para él. María, si hubiera vendido su perfume en provecho de los pobres, habría hecho una buena obra a los ojos del mundo, pero al derramarlo sobre los pies del Señor, supo hacer una buena obra para con él (Mateo 26:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"