En los manuales escolares, en cada lección hay una parte teórica y otra práctica. La carta a Filemón nos hace pensar en ello. No contiene ninguna revelación particular, pero muestra cómo Pablo y sus compañeros ponían en práctica las exhortaciones contenidas en sus epístolas. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad…”, escribía Pablo a los colosenses (cap. 3:12; comp. Filemón 5 con Efesios 1:15).
Era precisamente en Colosas donde vivía Filemón, un hombre piadoso, amigo del apóstol y rico, ya que tenía esclavos. Uno de ellos, Onésimo, después de haber huido de la casa de su amo, había encontrado a Pablo, prisionero en Roma, y se había convertido. El apóstol lo devolvió a su amo y le encargó ese conmovedor mensaje. Esto era obrar en contra de lo que la ley ordenaba: “No entregarás a su señor el siervo que se huyere a ti de su amo. Morará contigo…” (Deuteronomio 23:15-16). La ley, en efecto, tenía en cuenta la dureza del corazón del hombre (véase Marcos 10:5). En cambio, la gracia en el apóstol tenía en cuenta que esa misma gracia obraría en el corazón de Filemón. Pablo conocía bien el amor de este por todos los santos (v. 5); tenía las pruebas de este amor: “Porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos” (v. 7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"