“Esfuérzate en la gracia”, recomienda el apóstol a su querido discípulo. Él mismo había aprendido este secreto de boca del Señor: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Tres ejemplos: el del soldado, el del atleta y el del labrador ilustran el renunciamiento, la obediencia y la paciencia del cristiano. ¿Qué caracteriza a un buen soldado? No se sobrecarga con inútil bagaje; es disciplinado a fin de agradar a sus superiores; sabe que el oficio de soldado implica inevitablemente sufrimientos, peligros, golpes y que estos preceden a las menciones honoríficas y condecoraciones. Esto es cierto y toda la Escritura lo confirma: nuestro comportamiento actual tendrá su contrapartida eternal. Hoy, los sufrimientos y la muerte con Cristo; mañana, la vida con él, el reinado y la gloria eterna. Creyentes: Cristo nos ha reclutado bajo su bandera. Por desdicha, en un ejército se pueden hallar desertores que reniegan de su bandera y de su capitán (v. 12). Existen mil maneras, aun silenciosas, de traicionar a nuestro Jefe. Que el deseo de obtener su aprobación, secreta hoy, pública mañana, haga de nosotros buenos soldados, aptos para pelear “la buena batalla” (cap. 4:7-8; 1 Timoteo 6:12).
Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz,
Alzad hoy la bandera en nombre de Jesús;
A aquel que al fin venciere corona se dará,
Y con el Rey de gloria por siempre reinará.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"