¡“Mas tú…”! El hombre de Dios –y cada hijo de Dios– debe andar sin cesar contra corriente aquí abajo. Huye de lo que el mundo ama y busca: el dinero y las cosas que se pueden adquirir con él (v. 10). Sigue lo que agrada al Señor: justicia, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre (v. 11). Aguarda Su aparición, ese tiempo en que todo será manifestado (v. 14).
El apóstol no confunde a los que son ricos (v. 17) con los que quieren enriquecerse (v. 9). Mas proyecta sobre los bienes de “este siglo” la luz de la eternidad. El objeto de nuestra confianza no está en los dones, sino en Aquel que los da; la verdadera ganancia es la piedad; las verdaderas riquezas son las buenas obras (v. 18); el verdadero tesoro es un buen fundamento para el porvenir (v. 19). Sí, sepamos discernir y echar mano “de la vida que lo es en verdad” (V. M.).
Huye, sigue, pelea, echa mano, son las exhortaciones que hemos hallado en nuestra lectura (v. 11-12). El versículo 20 contiene un último imperativo particularmente solemne: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado” (véase también el v. 14; 2 Timoteo 1:14). Tal es la exhortación final, e invitamos a cada uno de nuestros lectores a reemplazar el nombre de Timoteo por el suyo propio.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"