Pablo sigue exponiendo a Timoteo cómo debe conducirse “en la casa de Dios” (cap. 3:15). Asunto capital por el que Dios mismo se interesa –es Su casa– al igual que el Señor Jesucristo y los ángeles escogidos, llamados a considerar la sabiduría de Dios en la iglesia (cap. 5:21; Efesios 3:10). Esa “multiforme sabiduría” también debe manifestarse en los variados detalles de la vida de la iglesia: deberes de la grey para con sus ancianos, comportamiento del siervo de Dios para resolver los casos difíciles, instrucciones dadas a los esclavos… (cap. 6:1-2). Cuántos desórdenes se introducen tan pronto como uno no se sujeta más a las sanas palabras, que no son las de Pablo o Timoteo, sino las de nuestro Señor Jesucristo (v. 3; 1 Tesalonicenses 4:2, 8).
La piedad acompañada de contentamiento es en sí misma una ganancia, una gran ganancia al alcance de todos (cap. 4:8). Nuestra civilización está basada en la creación y satisfacción de nuevas necesidades. Pese a todo, el ávido corazón del hombre permanece insaciable (comp. v. 9-10 con Salmo 49:16-20). Agradezcamos al Señor que nos asegura lo necesario: “sustento y abrigo” y “estemos contentos con esto” (cap. 6:8). Siempre estaremos satisfechos con lo que él nos da, si él mismo, el Dador (quien es el Objeto de la piedad), llena plenamente nuestro corazón.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"