El capítulo 5 se refiere a los hijos de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. Más preocupadas por su bienestar que por la posesión del país de la promesa, estas tribus se habían establecido del otro lado del Jordán. Su falta de fe, de perseverancia y su materialismo son puestos en evidencia en otro lugar. Pero aquí (aparte del v. 25, necesario para comprender el relato), cuán conmovedor es ver de nuevo que la Palabra hace resaltar solo lo bueno que se puede decir de ellos. Su valentía y su confianza son subrayadas particularmente (Salmo 146:5).
Clamaron a Dios en la guerra, (esa guerra que era de Dios, según v. 22) y les fue favorable, porque esperaron en él
(v. 20; comp. 2 Crónicas 32:8).
El corazón de Dios siempre es el mismo. De sus débiles discípulos, que iban a abandonarle instantes más tarde, el Señor Jesús podía decir a su Padre: “Han guardado tu palabra… han creído que tú me enviaste” (Juan 17:6-8). Allí donde solo sabemos ver ruina y miseria, él descubre algo que le es agradable. ¡Qué ejemplo para nosotros! Antes de formular un juicio o una crítica, acordémonos de la manera en que el Señor habla de los suyos en su ausencia.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"