Estas genealogías tienen otra razón de ser: la filiación del Mesías debía ser establecida de manera indiscutible. En el curso de los siglos, vemos a Dios poner aparte sucesivamente la familia de Abraham; de entre esta, la tribu de Judá, y aún de en medio de esta tribu, la dinastía real de David. De ella trata el capítulo 3. Y vemos con qué atención Dios seguía, de generación en generación, el linaje que debía terminar con
Jesús, llamado el Cristo
(Mateo 1:16).
En la lista de los hijos de Judá, se halla incluida la corta historia de Jabes, más ilustre que sus hermanos (cap. 4:9-10). Al sentir el peso del dolor, que es la consecuencia del pecado, ese hombre pide a Jehová que aparte el mal de su camino. Y, es oído. Imitémosle formulando sin temor, como él, estos cuatro pedidos:
1. El gozo de abundantes bendiciones espirituales.
2. Límites más amplios para nuestra inteligencia y nuestro corazón.
3. La mano de Dios con nosotros en todo lo que emprendemos (Salmo 119:173).
4. Estar a cubierto del pecado y de la tentación (Mateo 6:13).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"