“Convertíos a Jehová” invitaba el versículo 13. “¿Quién sabe si volverá… y dejará bendición tras de él?”. ¿Quién sabe? Por nuestra parte, sabemos bien que Dios nunca permanece insensible a las lágrimas y a las súplicas de los suyos. Lleno de compasión, enseguida multiplica sus promesas: destrucción definitiva de los enemigos del pueblo; abundancia de bienes materiales que compensan, y con mucho, las pérdidas sufridas (v. 25). Y la más preciosa de esas bendiciones que él deja “tras de él” es: su Espíritu, generosamente derramado sobre los hijos de Israel como testimonio para el mundo entero (v. 28). Ese tiempo todavía está por venir, porque Israel de ningún modo está preparado para recibir ese don. Pero el día de Pentecostés, Pedro se apoya en este pasaje para explicar a los judíos lo que acaba de acontecer (Hechos 2:17).
Todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo :
afirma el versículo 32 citado en echos 2:21 y Romanos 10:13.
Invocar es llamar mediante la oración, y apelar a ese nombre, el de Jesús; es el único medio por el cual podemos ser salvos. En medio del peor infortunio Dios salvará –y salva ahora– a todo aquel que se vuelve a él. “Arrepentíos… y recibiréis el don del Espíritu Santo”. ¡Promesa valedera hoy, valedera para usted!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"