El restablecimiento de Judá y Jerusalén estará acompañado por el juicio que caerá sobre las naciones. Entonces estas harán un trágico descubrimiento: al dispersar a Israel y repartirse el país (v. 2 fin) habían atacado a Dios mismo. “¿Qué tengo yo con vosotras?” es la terrible pregunta que cae del cielo (v. 4). También Saulo de Tarso se enteró de que, al perseguir a los cristianos, perseguía a Jesús (Hechos 9:4-5).
Por una completa inversión de la situación, esas naciones conocerán la suerte que hicieron sufrir al pueblo de Dios. Su “paga” caerá sobre su propia cabeza, lo que es un inmutable principio del gobierno de Dios (véase Génesis 9:6; Jueces 1:7 etc.) Totalmente enceguecidas, esas naciones habrán forjado su propia ruina al mismo tiempo que sus armas. Por lo tanto el soberano Juez las convocará en el lugar mismo de su desastre (v. 9-12). “Muchos pueblos en el valle de la decisión” (v. 14). Esa siniestra «vendimia» constituirá el último acto introductorio del Día de Jehová (Apocalipsis 14:18-20). En lo sucesivo, la gracia podrá correr abundantemente para un pueblo limpiado (v. 21).
Y porque será limpiado –supremo favor– Dios mismo morará en medio de ellos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"