El día de Jehová (o del Señor) es el título que se le podría dar a la profecía de Joel. Evidentemente no se trata de un día de 24 horas, sino de un período todavía venidero, en el que la voluntad de Dios se cumplirá en la tierra como se cumple ya en los cielos (Mateo 6:10). Desde su caída, el hombre, llevado por sus pasiones, no ha cesado de hacer lo que le agrada. Se puede decir, pues, que vivimos en el día del hombre. Por eso, cuando el Señor intervenga para imponer su voluntad, será necesario que apele ante todo a golpes que finalmente hagan ceder al orgullo humano. Moralmente, en cada una de nuestras vidas el día del Señor comienza en el momento en que reconocemos su plena autoridad sobre nosotros.
A diferencia de Oseas, profeta de Israel, Joel se dirige a Judá.
Aprovecha la ocurrencia de una serie de calamidades, a saber, los sucesivos estragos producidos en el país por diferentes clases de langostas. Pocos espectáculos son tan impresionantes como una invasión de saltamontes migratorios en Oriente. Imaginémonos ese prodigioso ejército de miles de millones de insectos que se abaten sobre una región fértil y súbitamente la reducen a desierto.
De ese desastre que ocurrió en su tiempo, Joel pasa a un azote todavía futuro: la invasión del asirio.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"