Como conclusión del largo debate de Jehová con su pueblo se entabla un maravilloso diálogo. El Espíritu dicta a Israel palabras de arrepentimiento (v. 2-3). Dios, atento al primer movimiento de retorno (comp. Lucas 15:20), en seguida promete: “Yo sanaré su rebelión” (v. 4). En efecto, abandonar al Señor es la más grave de las enfermedades, pues alcanza al alma. “Los amaré de pura gracia” agrega Jehová. Entonces sus afectos podrán expresarse sin obstáculo por medio de las más ricas bendiciones (v. 5-7). ¿Y cómo responderá Efraín? Lo hará repudiando toda relación con los ídolos (v. 8). En lo sucesivo, el amor de su Dios le bastará.
En cuanto a nosotros, ¿nos es suficiente el amor de Jesús? Como dice un cántico: «Si él quiere que nuestro corazón le ame – enteramente y sin rodeos, – primero es porque él mismo – es inmutable en su amor». Y si permanecemos en su amor, se complacerá en producir fruto por medio de nosotros (v. 8 fin; Juan 15:8-10).
Así termina esta profecía de Oseas, cuyo nombre era una promesa, ya que significa liberación.
Si más de una vez hemos podido reconocernos bajo los rasgos de Efraín, aceptemos las mismas serias advertencias que él recibe. “¿Quién es sabio?…”. ¿No es aquel que, en todo tiempo, entiende los pensamientos de Dios y anda por sus caminos? (v. 9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"