Aquí Daniel no obra como profeta (comp. v. 6), sino más bien como abogado de Israel. Sabe hallar los argumentos justos, exactos para tocar el corazón de Dios. Le pide que intervenga “por amor del Señor” (v. 17), “en tus muchas misericordias” (v. 18), “por amor de ti mismo… porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (v. 19; comp. Salmo 25:11; Levítico 22:32). Tal oración es agradable a Dios, quien se apresura a contestarla. Su mensajero de nuevo es Gabriel, el mismo que será escogido para anunciar el nacimiento del Salvador y el de su precursor (Lucas 1:19 y 26). Pero aquí el ángel no está encargado de transmitir un feliz mensaje, ¡ni mucho menos! Esclarece la inteligencia de Daniel acerca de:
1) el rechazo del Mesías después de 69 (7 + 62) semanas de años. Esos 483 años (69 x 7) deberán contarse a partir del comienzo de la reconstrucción de Jerusalén en el tiempo de Nehemías;
2) la destrucción de la ciudad y del templo por los romanos al mando de Tito (v. 26); por fin, en un tiempo aún venidero, la trágica equivocación de los judíos que, enceguecidos por Satanás, reciben en lugar de Cristo a “un desolador”, el Anticristo (v. 27). En el capítulo 24 de Mateo, versículos 15 y siguientes, el Señor Jesús con solemnidad confirma las profecías de Daniel.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"