Este hermoso capítulo nos muestra a Daniel haciendo uso de dos recursos, los que siempre están a nuestra disposición: la Palabra y la oración.
Esta vez no es enseñado mediante una visión, sino al escudriñar las Escrituras.
Por ellas se entera:
1) de que la liberación de Israel está cercana (v. 2; véase Jeremías 29:10 y sig.);
2) por qué motivos la mano de Jehová hirió y dispersó a su pueblo y en qué condiciones la restauración puede tener lugar (v. 11; léase Levítico 26:40 y sig.);
3) de la actitud conveniente para que Dios escuche y perdone (léase 1 Reyes 8:47 y sig.)
Vuelto su rostro hacia Jerusalén y hacia Dios el Señor, Daniel vuelve a tomar las expresiones dictadas por Salomón palabra por palabra: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente…” (v. 5, 15; cap. 6:10). Daniel no solo nos es presentado como irreprochable, sino que aun sufrió las consecuencias del pecado de otros durante toda una vida de exilio. No obstante, confiesa la iniquidad como siendo suya; experimenta el dolor y la humillación de ella ante Dios; carga con las transgresiones de su pueblo. Es lo que Cristo hizo perfectamente. Exento de todo pecado, cargó con los nuestros, los confesó como siendo sus pecados, soportando, solo, en nuestro lugar, el castigo que habíamos merecido (Salmo 40:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"