Si estos temas proféticos nos parecen arduos, imitemos a Daniel, quien tiene el deseo de saber la verdad (v. 19) y pregunta por ella (v. 16). Esos acontecimientos, tan cercanos ahora, deben interesarnos por más de una razón. Primeramente, se trata de la forma que tomará el mundo, en el cual vivimos, después del arrebatamiento de la Iglesia. Y ya vemos claramente dibujarse las corrientes que convergen hacia ese espantoso cuadro final: la opresión y la violencia (v. 19); la negación de toda relación con Dios (las bestias: léase 2 Pedro 2:12), la insensata exaltación del hombre (ese cuerno que se eleva, hablando grandes cosas)…
No olvidemos que los testigos llamados “santos del Altísimo” atravesarán esa trágica época.
Tendrán que sufrir, serán quebrantados (literalmente usados: v. 25), pero luego recibirán el reino y el juicio (v. 18, 22; Apocalipsis 20:4). Y lo que en el versículo 14 fue atribuido al Hijo del hombre será igualmente dado al pueblo de los santos del Altísimo (v. 27). Habrán sido trillados (v. 23) por los “dominios” malvados (v. 27). A su turno recibirán ese dominio cuando el Señor, quien fue fiel hasta la muerte más que cualquiera, se asociará en gracia con los suyos a fin de reinar con ellos (Salmo 149:5-9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"