Recordemos el plan del libro de Daniel. En los primeros seis capítulos hemos visto vivir a ese varón de Dios. En los seis últimos oiremos sus profecías.
Ahora le toca a Daniel tener un sueño cuyo tema general es el mismo que el de Nabucodonosor en el capítulo 2. Pero esta vez, las cuatro sucesivas monarquías del tiempo de los gentiles se ven bajo la apariencia de bestias. El león con alas de águila representa a Babilonia (comp. Jeremías 4:7; 49:19, 22, 30), el oso feroz a Persia; el rápido leopardo al imperio griego. En cuanto a la cuarta bestia que surge “espantosa y terrible y en gran manera fuerte”, no existe en la creación un animal lo bastante monstruoso como para prestarle su nombre (cap. 2:40). Se trata del imperio romano, especialmente bajo la forma que va a tomar: la de diez cuernos (o diez reyes) con el pequeño cuerno preponderante. Este último representa al jefe del imperio, agente de Satanás, hombre de una inteligencia sin par al servicio de una desmedida ambición, el que proferirá blasfemias. “Estuve mirando hasta que…” (comp. 2:34). El “Anciano de días”, es decir, Dios mismo, súbitamente destruirá esa encarnación del espíritu del mal, antes de dar al Hijo del hombre “dominio, gloria y reino” (v. 14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"